El desafío de la delincuencia

Sin que tenga el grado sanguinario de otras zonas del país, la delincuencia que azota al sur de...

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Sin que tenga el grado sanguinario de otras zonas del país –aunque ocasionalmente hemos padecido episodios dantescos –, la delincuencia que azota al sur de Quintana Roo se está desbordando, lanzado frecuentes mordiscos que deben provocar una reacción efectiva en los mandos de seguridad pública tanto estatal como municipal, obligando al cierre de filas para desactivar al enemigo común.

Y si bien no son noticia de primera plana, capaz de poner en alerta a los altos mandos burocráticos, lo cierto es que los robos a casas habitación, los asaltos de negocios –farmacias, tiendas de autoservicio y gasolineras  – y los robos de automóviles en plazas comerciales han sido hechos cotidianos, tan ajenos a aquel Chetumal que disfrutamos hace apenas un par de décadas.

La opción de las cámaras de vigilancia en zonas estratégicas fue una propuesta fallida, o al menos no hay el menor fruto para presumir, a diferencia del Distrito Federal, donde estas cámaras son un auxiliar altamente efectivo.

Ladrones y asaltantes se desenvuelven en la capital del estado con plena libertad, confiados en que el brazo de la ley difícilmente podrá alcanzarlos, de ahí el descaro de sus golpes incluso bajo el sol, sometiendo a empleadas de farmacias y demás establecimientos comerciales, incluso en el primer cuadro de la ciudad.

Mucho puede ayudar en esos negocios la instalación de cámaras de vigilancia. Prueba de ello, lo ocurrido en una clínica de mascotas de esta ciudad, donde un cliente aprovechó el descuido de una empleada para apoderarse de dinero y otros bienes, escapando de inmediato en su vehículo. La cámara de vigilancia mostró su eficacia.

 Los golpes de la delincuencia son hasta cierto punto previsibles, ya que van repasando los flancos más vulnerables y que cuentan con negocios llamativos. Hace unos días visitaron una concesionaria de autos ubicada en las cercanías del aeropuerto, apoderándose de dinero en efectivo tras someter al vigilante.

Lo peor es la escasa presencia de policías preventivos, quienes deben ser distribuidos en todos los puntos del sur para limitar las acciones de una delincuencia cada vez más confiada, ya que sus rastros no son detectados por los policías.

La seguridad se erosiona cuando uno puede ser asaltado en las cercanías del bulevar Bahía, donde una ex regidora fue presa de la delincuencia amparada en la penumbra desértica.

No hemos llegado a niveles de violencia e inseguridad como los que flagelan a varias zonas de nuestro país, pero debemos cortar de tajo esa indeseable tendencia, alimentada por el descuido de los altos mandos.

Lo positivo: estamos a tiempo de intervenir para alejar los demonios de la descomposición en materia de seguridad pública.

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