El escándalo del mal

Pareciera que nuestra sociedad se hunde en un remolino de injusticia, escándalo, abandono y maldad.

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Esta semana pude conversar con una mujer que ha sufrido durante diez años un mal matrimonio, con un marido alcohólico, abandonada, agredida verbalmente, tratada sin amor y con injusticia, tratando de sobrevivir lo mejor posible para brindar cariño y protección a sus dos hijos; sigue su camino y sus días con desesperanza, como sintiendo que su vida es normal, acostumbrada a un trato que conoce casi desde niña, cuestiona muy poco de lo que recibe y acepta que la realidad de su mundo es la poca vida que en realidad vive.

Pareciera que nuestra sociedad se hunde en un remolino de injusticia, escándalo, abandono y maldad y que se podría afirmar que no hay ya remedio para este mundo y sus habitantes, que la batalla ante estos flagelos la hemos perdido irremediablemente.

Hace algunos años, en un congreso se hablaba sobre la relación entre el estudiante, la escuela y la familia; uno tras otro los asistentes tomaban la palabra para hacer un retrato de la decadencia de la juventud, del mal momento de las familias, del abandono y deterioro de los valores, pintando en general un panorama absolutamente negro del futuro.

Después de escucharlos durante unos minutos me atreví  a pedir la palabra y decir que no compartía sus ideas, que si bien existen muchos problemas en todos esos ambientes, había también mucho de bueno y gente valiosa en ellos, lo que no les dije es que si en verdad tenían tan poca esperanza en lo que hacíamos, mejor nos hubiéramos dedicado a otra cosa, total, según ellos, todo estaba irremediablemente podrido.

Hay una tendencia en este mundo a ver lo malo y desdeñar lo bueno, hay un cierto empecinamiento en observar siempre el lado obscuro de las cosas; el ser humano está bastante acostumbrado a prestarle más atención al mal que al bien, algunos medios de comunicación nos hacen llegar hasta la saciedad cientos de noticias que nos lo confirman, el escándalo vende y vende bien, desde las notas políticas hasta las de espectáculos, pasando por las deportivas.

Si un padre de familia encadena a su hijo a una mesa saldrá irremediablemente en las noticias, ahora si usted es de los cientos o miles que “sólo” trabajan, “sólo” quiere a sus hijos y esposa, “sólo” es honesto, bien puede hacer eso por años y nunca saldrá en los periódicos; cualquier terrorista, violento o deshonesto será más importante que usted.

No importa si cientos de maestros dedican su vida a la formación humana de sus alumnos, si uno solo tiene una actitud violenta o de flojera, todos serán crucificados por él, si cientos de enfermeras trabajan con humildad para ayudar a restituir la salud de sus pacientes eso no será noticia, pero espere a que una cometa alguna crueldad contra un paciente para que todas sean pasadas por el paredón de las noticias y acusadas de insensibles y carniceras.

Porque vivimos en un mundo en que se le han concedido reflectores a los violentos y micrófonos a los escandalosos y en el que al privilegiar lo escandaloso, lo inmoral, lo violento o lo deshonesto, entre otras cosas, nos hemos convencido a nosotros mismos de que esa es la realidad del mundo, cuando hay millones de pruebas de que no lo es así.

Si lo pensamos detenidamente podremos darnos cuenta de que hay mucha más bondad que maldad en este mundo, que por cada violento hay miles que diaria y calladamente construyen la paz, que por cada médico insensible hay miles que dedican su vida a dar vida a sus pacientes, que por cada madre brutal o controladora hay millones que con amor contribuyen a formar a sus hijos. El mal en este mundo se destaca más que el bien, precisamente porque el mal vive en el escándalo y se hace notar, mientras que el bien trabaja en el silencio y la paz.

Damos una importancia desmesurada al mal, quizá porque nos estamos lamentando de él o intentando combatirlo y nos dejamos muy poco espacio, tiempo y vida para construir el bien. No insinúo que no exista o que no haya que combatirlo, lo que afirmo es que la mejor forma de hacerlo es dedicándonos a construir el bien. Hace ya muchos años, hablando de Dios y el diablo, alguien me dijo: No te preocupes del diablo, el diablo es un pobre diablo, mejor dedícate a Dios. De la misma forma podemos decir que el mal es un pobre mal, que es mejor dedicarnos a construir el bien sin olvidar que los pacíficos, los buenos y los sensibles no saldrán en los periódicos pero sostienen al mundo.

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