El espeluznante "Niño Verde" (diez años después)

¿Qué virtud le ha traído Jorge Emilio González a la política mexicana en esos 19 años?

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No es el alcoholímetro, en el que muchos podemos caer por un exceso, un descuido. Es, otra vez, la prepotencia de un Niño cuarentón que vive del erario desde 1994 y del que nadie recuerda una frase medianamente estructurada.

¿Qué virtud le ha traído Jorge Emilio González a la política mexicana en esos 19 años? El Niño Verde, por el contrario, simboliza desde hace una década el abuso, la corrupción, el cinismo, la impunidad. Bien haría en subirse a su avión e irse lejos a practicar deportes extremos y a reventarse por las noches. Porque su nombre e imagen manchan. Y, por lo visto, seguirán manchando.

Los buenos funcionarios y legisladores que le han comenzado a dar un sentido al Partido Verde no merecen ese contagio. El alcoholímetro abre la puerta para que las mujeres y hombres sólidos del Verde, los que han encauzado debates interesantes, los que se arremangaron las camisas para conseguir 6.4 por ciento de los votos el año pasado, se desliguen de un personaje que fue grabado negociando 2 millones de dólares sucios, que quedó envuelto en la muerte de una extranjera, que manda traer a sus guaruras para que le arreglen lo que no era más que un sainete de cuatro tequilas.

Dos veces, por sendos escándalos, publiqué aquí artículos con el mismo título: “El espeluznante Niño Verde” (septiembre 11, 2003; febrero 26, 2004). Aquí voy por tercera ocasión, diez años después. El Partido Verde de entonces se merecía un líder, una figura, así. Creo que el de hoy, no.

El Partido Verde, que nos cuesta a los contribuyentes 860 mil pesos diarios.

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