Después de dejarle con Jorge Bucay (Amarse con los ojos abiertos) la semana anterior, hoy platicaremos sobre género y salud, considerando las actividades desarrolladas en el Día Internacional de la Mujer.

Una cuestión recurrente en ellas fue hablar del género y en algunas el género unido a la salud o mejor dicho al cuidado de ella.

Una de las primeras observaciones que habría que realizar es diferenciar entre sexo y género. Se entienden por sexo las características físicas que dividen a la especie humana dependiendo de los órganos sexuales en machos (pene-testículos) y hembras (vulva-vagina).

Éstas son, salvo excepciones, inamovibles. A diferencia, el género es la construcción social que define lo masculino y lo femenino y deriva en roles y estereotipos rígidos que limitan las potencialidades de los seres humanos y que, como construcción social, y a diferencia del sexo, puede ser modificado.

Como hombres y mujeres, aprendemos de manera diferenciada a cuidar de nuestra salud. Es así que en la construcción del género los niños, por ejemplo, aprenden que el ser hombres es arriesgarse para demostrar “la hombría”; al respecto, Benno de Kaiser (estudioso de las masculinidades) documenta la actitud de los niños de una comunidad rural.

Los niños debían atravesar la carretera para acudir a la escuela, con el siguiente juego: cuando veían venir un coche, se alistaban para cruzar con la consigna: “Vieja el que llegue al último”, huelga decir que más de uno perdió la vida o sufrió algún accidente.

Con lo anterior quiero ilustrar cómo los hombres van construyendo el “ser hombre” en función de la llamada socialización del género. (Continuará)