Recibo una carta del secretario del Trabajo, ex procurador de Justicia del Estado de México, Alfonso Navarrete Prida, sobre La historia en breve del viernes. Sobre él, me limité a preguntar si el Jaguar 1960 reportado en su declaración patrimonial valía millones o tenía un valor cero de mercado.

Detalla. “Debo señalarte que no es un vehículo de colección, se trata de un coche que le compré a un amigo que pasaba por un mal momento desde el año de 1996 y que es una carrocería de un vehículo Jaguar comprada en ‘deshuesadero’ con un motor de Mustang de ese año (1996) sin muchas piezas originales; el valor del vehículo no excede los 30 mil pesos, de hecho no se puede usar, pero debía declararlo.

“El BMW GT lo compré a crédito por arrendamiento, llevo pagadas 16 de 24 mensualidades. El Mini Cooper es una sustitución de otro vehículo similar que realicé por deducibilidad de impuestos; lo mismo pasó con ese Mercedes Benz, sustituí un vehículo por otro y la diferencia fue menor”.

Concluye Navarrete Prida: “Mi declaración fue absolutamente transparente porque no existe manera de que oculte mis ingresos, todos se depositan en una cuenta de banco, registrada ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y la tengo dada de alta en la Secretaría de la Función Pública”.

Jamás puse en duda la honorabilidad del secretario del Trabajo, solo cuestioné la forma, para mí fallida, que eligió el gobierno de Enrique Peña Nieto para presumir que ahí son honestos.

Lo del Jaguar, el Mustang reconvertido, etcétera, aporta un apreciable toque de teatro del absurdo. ¿Cuál era el sentido de todo esto?

Gracias por la aclaración.