El leve Estado

Un mexicano en Suecia seguramente paga sus impuestos completos y un alemán en México probablemente dé mordida.

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Tras una juvenil etapa de fobia al futbol, acabé convirtiéndome en un aficionado de temporal, cada Mundial. Lo encuentro, primero, muy entretenido y, segundo, extremadamente propicio para todo tipo de reflexiones, incluyendo las políticas y sociales. La dinámica de los partidos, los jugadores, los países y la FIFA con su inmenso poder estimula interrogantes, juicios y dudas.

Muchos mexicanos disfrutan la negra convicción de que somos peculiarmente tramposos comparados con otras naciones.

El torneo exhibe, por el contrario, que la trampa, el engaño y la búsqueda de ventajas ilegítimas son patrimonio, si no de toda, de una buena parte de la humanidad, sobresaliendo como siempre los viejos países coloniales (en la Historia, su desarrollo no resultó precisamente del trato correcto y respetuoso que dieron a los pueblos conquistados).

Jugadores de países como Italia, Inglaterra, Francia o, desde luego, Holanda, no muestran más remilgos que los mexicanos en cometer una falta disimulada o violenta, fingir una caída o escupirle al adversario.

Más allá del futbol, las personas que viven en el extranjero suelen comportarse de acuerdo con las reglas del lugar al que llegan, de forma que un mexicano en Suecia seguramente paga sus impuestos completos y un alemán en México probablemente dé mordida.

La verdad es que las mujeres y los hombres de los distintos países estamos hechos exactamente de la misma madera y que, en conjunto, actuamos de maneras semejantes en condiciones semejantes. Pocos mexicanos correrían el riesgo de intentar sobornar un policía en Sudamérica, como pocos norteamericanos asentados en nuestro país desprecian los cochupos.

En materia de orden público, la gente se comporta, con importantes variaciones individuales, de acuerdo con las reglas hechas efectivas por el Estado. Sometidos a las reglas del Estado supranacional FIFA, muchos jugadores tratan de sacar ventaja del desorden permitido.

Del mismo modo, si en México la trampa y la transa son prácticas sociales generales se debe a que no hay un Estado capaz de poner límites reales al desorden, siempre más redituable para quien más poder y dinero tiene. Un Estado leve produce un orden ligero, en donde los más débiles son los más lastimados.

Como decía, el fut me invita a la reflexión.

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