El mito de los Pu’uso’ob

Eran sabios que conocían todos los secretos y la manera de dominar el agua y el viento.

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Hoy estamos en un proceso de revalorar la sacralidad de nuestro espacio y nuestro tiempo, porque se ha alterado la imagen de las antiguas ciudades, se desmontaron los campos, se perdió la memoria histórica, porque perdimos esa accesibilidad que tenían los abuelos mayas para entender la naturaleza y el cosmos. Se perdió el respeto por la madre tierra, nos pasó lo que a los Pu’uso’ob.

Durante la primera edad vivieron los pu’uso’ob  o sayanwinko’ob (los jorobados), que eran los mediadores entre el cielo y la tierra. Estos seres eran enanos que construyeron las grandes ciudades antes que fuera creado el sol. El silbido de estos seres era la única fuerza mágica  que podía hacer que las piedras se colocaran en su sitio. 

Los sayanwinko’ob eran sabios que conocían todos los secretos y la manera de dominar el agua  y el viento. Otras de sus habilidades eran llevar pesadas cargas en su espalda. Un día un pu’so’ob  caminaba entre los arbustos llevando una gran bolsa de piedras, pero, de repente, la bolsa se rompió y las piedras cayeron al suelo e hicieron aparecer el camino blanco o sacbé.

En esos tiempos mitológicos había un camino suspendido en el cielo que iba de Tulum a Cobá y de Chichén Itzá a Uxmal. Este camino se llamaba cuxa’ansum, o sacbé, era una cuerda viva de cuyo centro emanaba sangre, algo así como el cordón umbilical del cielo por el cual las deidades mandaban el aliento a los dirigentes  que vivían  en las esplendorosas ciudades mayas. Un día, el cordón umbilical se rompió  y la sangre se derramó. 

Sin el aliento divino, los enanos se olvidaron de adorar al dios, relajaron sus costumbres y fueron destruidos por medio de un diluvio. Al romperse el camino del cielo por medio del cual los dioses alimentaban a los hombres, se destruyeron los caminos sobre la tierra y los caminos sobre el agua, y las comunidades mayas  perdieron el sentido  de su propio ser histórico.

Hoy esperamos el retorno de aquellos grandes hombres que no han muerto, sino que llevan la vida latente en algún sitio arqueológico sagrado, en donde se animan por las noches  mientras que durante el día se mantienen  petrificados. Desde un sacbé que surgirá, regresarán a su tierra a gobernar de nuevo.

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