El monstruo de la casa blanca

Ariel Castro secuestró a tres mujeres, dos de ellas adolescentes y las llevó a un calabozo en el sótano de su casa, en Cleveland, y durante años abusó de ellas.

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Es una casa como hay millones en Estados Unidos. Dicen quienes la han visto de cerca que las paredes blancas se notan algo gastadas y que tiene un par de ventanas cubiertas. Nada fuera de lo común, sobre todo en una ciudad como Cleveland, que la ha pasado mal desde hace años. Sobre la puerta ondea una bandera estadunidense. El dueño, un músico talentoso de nombre Ariel Castro, era un hombre querido en la comunidad.

Le gustaban las parrilladas de domingo, escuchar buena salsa con los amigos y hasta dar la vuelta a los pequeños en una cuatrimoto que tenía. Alguna vez había sido investigado por dejar solo a un niño que estaba a su cargo como chofer de autobús escolar, pero hasta ahí. Castro parecía, pues, un vecino promedio en una calle promedio en una ciudad promedio.

La verdad, ahora sabemos, era muy distinta. Diez años atrás, Ariel Castro secuestró a tres mujeres, dos de ellas adolescentes y las llevó a un calabozo en el sótano de su casa. Hasta donde se sabe, Castro (quizá ayudado por sus dos hermanos, todos alrededor de los 50 años de edad para estas fechas) violó, abusó y torturó a las mujeres durante una década. De acuerdo con las primeras versiones, las mujeres perdieron al menos cinco embarazos por los golpes que les propinaba su captor. Una de ellas dio a luz a una niña que hoy tiene seis años de edad.

A lo largo de los años, los vecinos de Ariel Castro no identificaron casi nada fuera de lo común. La única excepción es particularmente terrible: hace un par de años una vecina juró haber visto a los hermanos Castro paseando (permítame el lector el verbo perturbador) a tres mujeres completamente desnudas y atadas, como perros, con correas al cuello. Caminaban en cuatro patas. La imagen, que supera a cualquier ficción de horror, no fue suficiente como para convencer a la policía local. El resultado fue varios años más de terrible cautiverio para las mujeres.

De la inescapable reflexión sobre la incompetencia policiaca, la historia de Cleveland hace temblar por una razón en especial: la increíble capacidad del ser humano para asombrarnos con su destreza para la maldad.

Y usted, ¿sabe de verdad quién es su vecino? 

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