¡"El Nini Verde" es inocenteeeeeee!

A quién le importa lo que yo diga, a quién le importa lo que yo haga, si la Estela devino en auténtica Estafa arquitectónica y financiera.

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¿Qué haríamos sin este niño que no es tan niño ni tan verde pero que es más nini que muchos que así se ostentan pero, eso sí, de altísimos ingresos? En vez de preocuparnos por que la Auditoría Superior de la Federación ha afirmado categóricamente que la Estafa de Luz es la representación misma de los excesos del calderonato de Jelipillo, que se despachó con la cuchara grande (nomás se excedió en el costo del hórrido armatoste ese por 248.9 millones, imaginemos con cuánto se sobregiraron con el Coloso Bicentenario y los fuegos —que no los fueros— artificiales); o de sentirnos ofendidos porque Human Right Watch tiene documentados abusos de dictadura imperfecta de los derechos humanos en los tiempos de García Luna Productions, estamos más que atentos a la telenovela, al culebrón, a la increíble y triste historia del cándido Jorge Emilio y el alcoholímetro desalmado.

A quién le importa lo que yo diga, a quién le importa lo que yo haga, si la Estela devino en auténtica Estafa arquitectónica y financiera. Ya no se sabe dónde hubo más abusos al erario, si en el sexenio anterior, con los Moreira o con Juan Sabines en Chiapas, que recordó los gloriosos tiempos de López Portillo y El Negro Durazo. Y todo indica que en materia de desapariciones forzadas, la guerra contra el narco rebasó a la venerable época de la guerra sucia.

Ayer, con tal de reforzar sus pasiones mediáticas, su justa y necesaria avidez de notoriedad, El Nini Verde es capaz de cualquier cosa, incluso de cumplir con la ley. Por eso, y para que no le echaran a perder el weekend, goei, que tiene reservado para papaloys y lobukis, el senador apareció de improviso en El Torito para pasar las horas que le hacían falta luego de su patoaventura tequilera con alcoholímetro integrado. Habrá quien diga que como de todos modos no tiene una vida legislativa verdaderamente intensa, le convenía someterse a los rigores carcelarios; otros aseguraran que experimentó nostalgias fabiruchianas y que hasta le prometieron unas nada vulgares búlgaras para que se animara a pasar unas cuantas horas bajo el cobijo policial.

Lo bueno es que ahí, además de poder gritar los clásicos ¡Toooriiiiitooo! y “¡El Nini Verde es inocenteee!”, el ex presidente del PVEM, hoy convertido en CEO del negocio, llevó un libro que se presumía era de Paulo Cohelo para sobaquear. Según informes de dudosa procedencia, se dice que en realidad leyó American psycho (una historia de yuppies y de famas) o Juventud en éxtasis.

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