El primero de los 120 días de Peña Nieto

La reforma educativa es una victoria incontrovertible, real de la administración peñista.

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Dicen los clásicos que la política es cuestión de tacto. Y que habilidad en política es saber neutralizar a los adversarios sin dejar mayores odios en el camino.

Tacto, habilidad o lo que sea, no existía mejor momento que ayer en la mañana para que el presidente Peña Nieto leyera el mensaje del primer Informe de gobierno. Porque apenas el domingo en la tarde el ánimo político estaba muy caído. Irritación, propensión al desaliento, desilusión. Pero bastó una noche, la noche de los diputados, para dejar atrás melancolías y escepticismos.

El Presidente lo sabía mejor nadie y abrió el discurso cantando la aprobación de la Ley del Servicio Profesional Docente. Así fijó el tono. Lo demás fue juego de niños. Una facilona comparación pasado panista-presente priista y un dibujo de lo que se puede hacer moviendo, transformando a México.

La reforma educativa es una victoria incontrovertible, real de la administración peñista. Era una de las batallas que no podía darse el lujo de perder. Con ese espíritu triunfal, el Presidente vaticinó ayer 120 días para cambiar el rumbo de nuestra historia: “Este es el mejor momento para lograrlo”.

De ese tamaño es la confianza luego de la noche de San Lázaro, la resurrección en San Lázaro. El desafío es formidable. No se puede perder la reforma energética ni dejar la hacendaria en un prontuario de medidas flojas y caras. Las reformas electoral y de telecomunicaciones pueden convertirse en junglas vietnamitas. Pero así se decidió y diseñó. Todo, en 120 días.

Ayer, por lo pronto, día uno, el Presidente recuperó el impulso. Y quizá el tacto. 

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