El rostro social de la sustentabilidad

Generalmente, cuando hablamos de sustentabilidad, nuestra primera reacción es pensar en el eje ambiental del concepto...

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Generalmente, cuando hablamos de sustentabilidad, nuestra primera reacción es pensar en el eje ambiental del concepto: conservación de recursos, minimización de impactos, gestión adecuada de agua, energía y residuos, turismo en áreas protegidas, entre otros temas.

Y es precisamente en este sentido, el ambiental, donde se han demostrado los avances más importantes en los últimos años: empresas certificadas bajo estándares internacionales, iniciativas para reducir la huella de carbono de la actividad, proyectos de conservación o restauración de ecosistemas vinculados al turismo, campañas de concientización con el usuario final, entre otros. Pero, ¿qué pasa con el eje social de la sustentabilidad? ¿En dónde estamos y hacia donde vamos?

En este sentido, vale la pena recalcar que la definición de Turismo Sostenible de la Organización Mundial de Turismo indica que el turismo debe, por un lado, “respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas, conservar sus activos culturales y arquitectónicos y sus valores tradicionales, y contribuir al entendimiento y la tolerancia intercultural”, y por otro “asegurar unas actividades económicas viables a largo plazo, que reporten a todos los agentes, unos beneficios socio-económicos bien distribuidos… y que contribuyan a la reducción de la pobreza”.

¿Estamos avanzando en lograr esto con el turismo? Probablemente sí, pero no a la velocidad y con el impacto que se requiere. A pesar del avance que hay en la política internacional de turismo (como un ejemplo, el Programa Sustainable Tourism Eliminating Poverty de la OMT), en la práctica es complicado, por el mismo modelo de turismo que tenemos, lograr este impacto positivo del turismo en lo social.

Sin embargo, es también en este tema donde se abren grandes oportunidades para el sector privado en innovar y generar beneficios a las comunidades locales, a través de proyectos ligados a sus estrategias de responsabilidad social empresarial, o incluso, de creación de empresas sociales.

Para ser más específico les hago la siguiente pregunta: ¿qué hacen sus empresas por la comunidad? Conozco varios casos de programas muy interesantes de donaciones, de construcción de escuelas, de becas para estudios, de apoyo en llevar servicios de salud a las comunidades, de compras de productos locales, entre otros. Y no digo que estos programas no sean necesario y que no beneficien a las comunidades, pero en realidad estamos “dándole el pez” a la comunidad, en lugar de enseñarle a pescar.

¿Qué les parecería dejar de lado este concepto de “asistencialismo” en sus acciones de responsabilidad social, y cambiarlo por la generación de negocios inclusivos? En otras palabras, ¿por qué no se vuelven sus empresas socios de las comunidades rurales para generar proyectos productivos que les provean un servicio como empresa, y al mismo tiempo contribuyan en la creación o fortalecimiento de microempresas rurales y por ende, en la generación de empleos y beneficios directos a la comunidad?

¿Es posible? Por supuesto que lo es. ¿Es sencillo? Probablemente más de lo que se imaginan. Aunque hay que reconocer que el proceso de creación de empresas sociales y/o rurales no da resultados inmediatos, si genera mayores beneficios para ambas partes en el mediano y largo plazo, y el impacto en la comunidad es mil veces mayor que un programa de donación.

La tendencia apunta hacia la generación de negocios inclusivos en el sector turismo, ojala podamos responder a esta tendencia, en beneficio de nuestras empresas, las comunidades locales, y por supuesto, de nuestros destinos turísticos.

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