El síndrome del obradorista vergonzante

El prestigio de AMLO ha caído de tal manera que a muchos de sus seguidores les avergüenza confesarlo.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En medio de toda la vorágine real e inducida que existe en el país, a raíz del caso Iguala, hay cuestiones que a simple vista podrían parecer intrascendentes, pero que resultan bastante sintomáticas. Una de ellas es lo que he denominado como el síndrome del obradorista vergonzante, algo muy curioso y cada vez más frecuente dentro del sector progre (no le puedo llamar progresista, porque de progresista tiene lo mismo que tiene don Chente Fox de marxista-leninista).

De unos meses a la fecha, me topo cada vez con más personas, de esas que se califican como de izquierda, que antes de emitir una opinión me aclaran: “No soy lopezobradorista, pero…” o “Yo no simpatizo con López Obrador, aunque…” y enseguida me sueltan una retahíla de ideas (algún nombre hay que ponerles) que parecen calcadas del vocabulario y los pregones del famoso y empecinado señor que trabaja como propietario de Morena.

Esto me lleva a elaborar dos conclusiones no necesariamente excluyentes: 

1. El poder de penetración mental de don Peje es tal que tiene a una masa de seguidores que, sin darse cuenta de que lo sigue, repite como mantra todo lo que él dice. 

2. El prestigio de AMLO ha caído de tal manera que a muchos de sus seguidores les avergüenza confesar que sigue siendo su gallo y prefieren negarlo como san Pedro a Jesús (otro Jesús, este no era de los Chuchos).

Esto lo podemos ver, por ejemplo, en el clamor de nuestros inefables progres (quienes gustan de arrogarse la representatividad de todo el pueblo mexicano) al pedir la renuncia del presidente Peña Nieto, una exigencia que Mr. Liópez (Gil Gamés dixit) externa un día sí y otro también, en un penoso esquematismo maniqueo y reduccionista que sigue viendo en la figura presidencial la imagen de un ser omnímodo, omnipresente y omnipotente. Como si más de tres lustros de transición democrática hubieran servido para maldita la cosa.

Pero volviendo al tema de esta columna: ¿por qué sus seguidores niegan a López Obrador, por qué les da penita aceptar que lo siguen? ¿Cuál es el origen de ese vergonzante pudor que les impide salir del clóset? Misterio.

Lo más leído

skeleton





skeleton