El SNTE, a medias tintas

Un periodo de engañosa calma vive en la actualidad la Sección 25 del SNTE y su dirigente, Fermín Pérez Hernández...

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Un periodo de engañosa calma vive en la actualidad la Sección 25 del SNTE y su dirigente, Fermín Pérez Hernández, quien tuvo la suerte de llegar a la secretaría general de la otrora poderosa organización justo después de los agitados tiempos de la aplicación de la Reforma Educativa peñanietista, tan rechazada por el grueso del magisterio.

A Fermín Pérez las circunstancias lo han favorecido, ya que además de tomar las riendas del gremio en tiempo de bonanza, el destino lo puso en el liderazgo justo en medio de una alternancia gubernamental, cuya coyuntura fue muy bien aprovechada por el brazo político de la organización, el Partido Nueva Alianza (Panal), que fiel a su estilo mercenario dio la espalda a sus eternos aliados del PRI y del Verde para pactar con el nuevo gobierno encabezado por Carlos Joaquín González.

Gracias a esa buena relación establecida con el gobernador, el pasado martes la Sección 25 realizó un “encuentro” de la estructura sindical con Carlos Joaquín González, al que fueron convocados hasta los representantes de escuelas, con la finalidad de mostrar el “músculo” al mandatario.

Por supuesto que un evento político de este corte es digno de presumir, y Fermín Pérez, que apenas empieza a sentirse cómodo en la dirigencia del SNTE local, aprovechó el foro para pavonearse y hacer una solicitud pública al gobernador Carlos Joaquín y a la secretaria de educación Marisol Alamilla -muy muy afín al SNTE, por cierto- para resolver algunos asuntos pendientes.

Carlos Joaquín, con todo el colmillo político que posee, respondió con un discurso a modo, asegurando que habrá una nueva relación con el magisterio, que no está de acuerdo con las agresiones que recibió el gremio en el pasado gobierno de Roberto Borge Angulo, y que tiene un fin común con el sindicato: reivindicar la figura del maestro.

No se puede soslayar el impacto político de este encuentro, ya que la relación del SNTE con el gobierno estatal es fundamental para mantener el respeto a los derechos del magisterio y garantizar la estabilidad en el sector educativo. Es importante, pero no lo es todo.

Al parecer, la calma que reina entre el profesorado quintanarroense le ha hecho olvidar a Fermín Pérez que las relaciones entre la base y el SNTE aún son frías y distantes, pues el gremio mira de lejos a la dirigencia sindical que, mientras está metida de lleno en la grilla, tiene en el abandono a su gente. 

Los éxitos en el ámbito político -donde todo se mueve por el interés del momento- no han servido para fortalecer a un SNTE que languidece día con día, hipotecado por ex líderes y líderes que han perdido de vista su misión colectiva para satisfacer sus ambiciones particulares.

Así, convertido en una especie de club nobiliario, que en poco o nada representa a los maestros, se encamina hacia su extinción real, porque virtualmente ya no tiene mayor influencia.

Si Fermín Pérez quiere marcar la diferencia y tener un liderazgo exitoso, debe reinventar la forma de actuar del sindicalismo, regresando a los orígenes, cuando el SNTE se preocupaba por crear identidad dentro de sus bases, por fomentar la cultura del sindicalismo y enarbolar el orgullo de la organización.

Debe retomar los programas para acercarse al profesor que hoy en día ni sabe –ni le interesa saber– quienes conducen los destinos del sindicato; debe aterrizar el sinfín de programas y servicios que se están generando de la dirigencia nacional, pero que tienen nulo impacto en el gremio a nivel local, lo que se puede medir a simple vista.

Debe afinar los canales de comunicación con la base, que ni siquiera se entera de lo que está pasando, incluso de eventos tan importantes como el encuentro con el gobernador.

Si Fermín insiste en mantener la misma política de oídos sordos y ojos cerrados que sus antecesores, no puede ser diferente su destino: el descrédito ante su gremio. 

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