El vandalismo y López Obrador

La ceremonia de toma de protesta ocurrió sin problemas y Peña Nieto tuvo un muy buen inicio de Presidencia, rematado por un mensaje esperanzador y con decisiones fundamentales

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Cuando López Obrador demandaba la renuncia de Miguel Ángel Osorio Chong y de Manuel Mondragón por la supuesta represión a los jóvenes del #YoSoy132, vándalos destruían y quemaban comercios e instalaciones públicas frente a una policía expectante. El político que pudo ser Presidente estaba desinformado de lo que sucedía o, lo que es peor, simplemente mostraba incapacidad para diferenciar inconformidad de vandalismo. Le cegó el afán de echar a perder la fiesta del adversario ganador. Suerte que las cosas no hayan llegado a más. La prudencia que mostraron las fuerzas del orden fue aprovechada por los atacantes y el vandalismo se impuso.

La ceremonia de toma de protesta ocurrió sin problemas y Peña Nieto tuvo un muy buen inicio de Presidencia, rematado por un mensaje esperanzador y con decisiones fundamentales; antes, los duros de López Obrador hicieron del Congreso un mercado con la falta de orden, las trampas de siempre y el abuso de la tribuna al grado de denunciar una muerte que nunca ocurrió. El país ya se acostumbró a atestiguar la degradación de la política por la falta de compostura de una parte de la oposición. El descrédito viene de los menos, pero suficiente para dañar a todos.

El movimiento estudiantil #YoSoy132 ha sido lastimado en su esencia. Los modosos universitarios inconformes de inicio han sido suplantados por groseros atacantes que corto les queda el título de porros. Durante la campaña no supieron marcar distancia al manoseo electoral de López Obrador, tampoco a los movimientos ajenos al sentido de su lucha como el SME o la CNTE. A toro pasado se deslindan de los vándalos, tarde, muy tarde. Una pena, por el valor y la autenticidad de su lucha de origen. También debieran exigir que las autoridades esclarezcan y deslinden responsabilidades, que los agresores enfrenten la justicia.

Una democracia de malos perdedores está dañando en sus fundamentos a la República. Las elecciones no concluyen la disputa por el poder, incluso cuando hay un fallo judicial de por medio. El vandalismo es consecuencia; si al Congreso le degradan, si las instituciones son desprestigiadas, si la ley se cumple a conveniencia y López Obrador se declara repetidamente despojado de un triunfo imaginario, es fácil que la protesta derive en bandolerismo.

Una parte de la oposición se ha vuelto rehén del fundamentalismo. La república amorosa ha derivado en odio e insulto, en una majadera falta de respeto a la más elemental urbanidad política. Una vez que se acabó el proceso electoral, el político regresa a las andadas, los improperios y calumnias se reparten con la misma ligereza de ayer. Así sucede por la complacencia de todos, porque los políticamente correctos no tienen los arrestos para señalarle al inmaculado ex candidato presidencial el grave daño que ocasiona al país y a la política.

López Obrador puede hacer mucho para recomponer las cosas. En primer término, rechazar sin condiciones la violencia. Llamar a sus seguidores y simpatizantes a conducirse con respeto a la ley. Segundo, abandonar el discurso del insulto y la calumnia. Tercero, demandar la aplicación de la ley a quienes incurrieron en delito al amparo de la protesta social.

Jesús Zambrano se ha apuntado un triunfo al liberarse del chantaje de la quinta columna en su partido y abrir la posibilidad de un pacto con el PAN, el PRI y el gobierno. La izquierda tiene un horizonte promisorio, puede ganar el 2018, pero el camino al éxito se construye ahora, y para ello requiere inteligencia y prudencia. Lástima que Marcelo Ebrard haya declinado estar presente en el evento de Palacio Nacional; nadie en la oposición debe sentirse lastimado por estar en actos republicanos. La integridad no descansa en ello, sino en la lealtad a los valores y principios. A la izquierda no se le ha dado un cheque en blanco, sino un mandato para actuar en bien del país y de las causas que expuso al electorado. Al parecer, la izquierda también requiere un pacto en su interior. Los radicales dentro del PRD tienen a dónde irse. Morena es un proyecto que les viene a modo; el PRD debe ser una opción institucional como lo exigen sus afines en gobierno.

Otro éxito es el regreso de Josefina Vázquez Mota al escenario político. Su presencia en la toma de protesta es el punto de quiebre del PAN y una muestra ejemplar de dignidad y entereza política. Su reinserción a la política es urgente y conveniente. Con ella, el PAN puede reencontrarse con lo mejor de sí mismo y tener una relación constructiva con el gobierno al margen del chantaje y del aventurerismo que ha caracterizado a los senadores calderonistas.

La toma de protesta es una derrota para López Obrador. El 1 de julio perdió la elección. El 1 de diciembre perdió causa y cauce; se impuso el vandalismo, que con singular denuedo ha prohijado.

Twitter: @berrueto

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