Elecciones anticipadas

Gobernar México exige un muy amplio respaldo social para un programa político capaz de conducir al país en el largo plazo y en el ancho mundo.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

No bien terminada la primera mitad del sexenio de Enrique Peña, los aspirantes presidenciales se lanzaron a la campaña electoral de 2018. Por mandato legal, ninguno de ellos pedirá el voto, pero tampoco dejarán de promoverse, sin desde luego estar obligados a rendir cuentas a nadie del origen del dinero con el que pagan sus gastos.

Entre éstos, sobresalen los de publicidad, disfrazada o no, y que por cierto suele ser mala, e invariablemente es frívola. La respuesta social ha tenido lugar de inmediato, dando los primeros pasos de lo que ya es una rutina: escepticismo general, seguido de una coqueta renuencia, fragua de afinidades bajo diversas justificaciones, dado el debido anti-partidismo (“son peores que los otros”, “con tal de que no vuelvan ésos”, “más vale malo por conocido”, “que haya un cambio”) para, finalmente, votar más o menos por el que siempre se ha votado, y desde luego nunca por su Némesis.

El rito, a más de interesante, resultaría hasta divertido, a no ser por el hecho de que ahí se dirime la forma como 120 millones de mexicanos habremos de convivir en el próximo sexenio y más.

Testificar el debate sobre los vicios y virtudes de los contendientes, individuales y colectivos; las reacciones escépticas de prensa y ciudadanos; y aún más, el florecimiento de las ilusiones fantásticas de una democracia sin partidos, con gobernantes buenos y sonrientes, sin conflictos políticos y sociales que el diálogo y la buena voluntad no puedan solucionar, con todos alegres poniéndose de acuerdo en maravillosos objetivos comunes, no importa que en la realidad sean a todo punto imposibles; me genera la sensación “clara y distinta” (decía el libro de Lógica) de encontrarme en una borrachera callejera muy, muy avanzada. En el asfalto mojado, bajo la lluvia, y con tráfico que ya se abre, debatimos la calidad de la orquesta.

A nueve años, es evidente que el próximo presidente fracasará, al igual que Fox, Calderón y Peña, si es electo bajo las reglas constitucionales actuales, y aun añadiendo la segunda vuelta. Gobernar México exige un muy amplio respaldo social para un programa político capaz de conducir al país en el largo plazo y en el ancho mundo. Se impone cambiar el sistema político desde sus bases, para superar definitivamente esta gris etapa de gobiernos minoritarios.

Lo más leído

skeleton





skeleton