Embarazos en adolescentes

Preocupante sin duda es la información dada a conocer en días pasados a Novedades por el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Quintana Roo...

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Preocupante sin duda es la información dada a conocer en días pasados a Novedades por el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Quintana Roo, Harley Sosa Guillén, quien aseguró que en nuestra entidad, el 25 por ciento de las 276 mil jóvenes adolescentes, es decir unas 69 mil, están embarazadas o lo estuvieron.

Hablamos de un problema social muy grave, no sólo por las consecuencias psicológicas que ello conlleva, sino porque la mayoría de estas jovencitas provienen de los estratos más pobres de nuestra sociedad. Al concebir un hijo en condiciones precarias se multiplica el círculo de la pobreza y la marginación.

El porcentaje de estas madres que conciben a una temprana edad sin haber recibido ningún tipo de orientación sexual es muy alto, casi proporcional al número de quienes tienen que hacerse cargo del hijo, sin la ayuda de su pareja que no asume la responsabilidad que le toca.

Con urgencia las autoridades de salud y educación tienen que armar estrategias que permitan cambiar esta realidad que además, afecta seriamente el desarrollo de los niños o niñas, producto de una relación entre adolescentes que no vislumbraron las consecuencias de un embarazo temprano.

Decir que el 25 por ciento de las adolescentes quintanarroenses están o estuvieron embarazadas, es prueba contundente de que a pesar de todos los esfuerzos que han hecho las instituciones encargadas de atender esta problemática, los resultados son más que insuficientes.

Sin duda la educación que reciben los jóvenes debe comenzar en el hogar, pero tiene que continuar en la escuela, sin que ello necesariamente quiera decir que los maestros sean responsables de que las jóvenes se embaracen. 

Es fundamental la participación de autoridades, empresarios, padres de familia, docentes, en una palabra de todos los integrantes de nuestra sociedad para revertir esta tendencia negativa que puede ser todavía peor.

Pensar que el problema de las jóvenes que se embarazan es una cuestión que compete sólo a ellas y sus familias es un error; se convierte en un problema social cuando a partir del embarazo se genera violencia intrafamiliar, abusos contra la mujer y los hijos, entre otros conflictos humanos.

De ahí a la conformación de familias disfuncionales sólo hay un pequeño paso que después generará problemas de drogadicción, alcoholismo, pandillerismo, delincuencia mayor, sin que esto último signifique algo así como un guión preestablecido.

Es claro que las instituciones que se supone tienen a su cargo orientar y prevenir los embarazos entre las jovencitas, no han hecho un buen trabajo; ocupar el primer lugar nacional en este tema es motivo para la preocupación de toda la sociedad.

Por el bien de aquellas jovencitas y sus pequeños hijos, no podemos ignorar esta seria problemática social, y al contrario, debemos cerrar filas para impulsar políticas que con respeto a sus derechos humanos, les haga comprender que un embarazo es algo serio y más para una adolescente.

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