Empresarios en los partidos

El Consejo Coordinador Empresarial (CCE) anunció que ha postulado candidatos en 9 de los 10 partidos políticos nacionales, con la sola excepción de Morena.

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En estos días, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) anunció, en voz de su presidente, Gerardo Gutiérrez Candiani, que ha postulado candidatos en nueve de los diez partidos políticos nacionales, con la sola excepción de Morena.

Para tal efecto, dijo, los sugirieron, promovieron y ayudaron, y que, una vez que ganen, el organismo va a “generar seminarios, cursos de capacitación, para que sepan cuál es la dinámica y cuáles las prioridades, y que es lo que estamos empujando desde la agenda del sector privado en el Congreso”. Encuentro las declaraciones reveladoras.

Resulta sorprendente que sus candidatos, en el momento actual, no estén capacitados, no conozcan “la dinámica” y no sepan cuáles son las prioridades, por lo que se procurará formarlos al respecto después de que ganen.

Es decir, por lo pronto, sus candidatos irán en nueve partidos, ofreciendo a los votantes nueve programas políticos distintos pero, una vez obtenido el voto, lo que defenderán no son las propuestas por las que fueron electos, sino que “empujarán”, todos, las mismas propuestas de interés de la cúpula empresarial, sobre las cuales, además, serán informados después de ganar.

No me queda la menor duda de que así será. De unos lustros a la fecha, particularmente la izquierda, tratando de alejarse de su imagen anti-empresarial, ha venido buscando acercamientos con el sector. La idea en principio era que el empresariado no es homogéneo y que no todos los empresarios y grupos de éstos tienen los mismos intereses.

Era por tanto importante impulsar una visión de iniciativa privada con preocupación social y de largo plazo en un desarrollo nacional más justo y, por tanto, más duradero, productivo y estable para los negocios. Esta noción murió en la cuna ante el pragmatismo electoral.

En las asociaciones empresariales, que tienen diferencias entre ellas, han prevalecido los intereses estratégicos de los más poderosos de sus agremiados, centrados en lograr las máximas ganancias inmediatas, incluso a costa del desarrollo de la sociedad en el largo plazo.

Hoy, esos partidos aceptan incluir a candidatos que no defenderán sus programas políticos, a cambio de limitadas sonrisas y, presumiblemente, alguna propina de los dueños del dinero.

Extraña ruta para combatir el descrédito de la política.

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