Hace unos días, preparando una presentación a la que me invitó SECTUR, acerca de innovación en turismo comunitario, varias reflexiones vinieron a mi mente acerca del por qué si o por que no funcionan este tipo de empresas comunitarias, tanto a nivel turismo como en otros casos. Dichas reflexiones también las compartimos en el Segundo Encuentro Empresas y Solidaridad organizado a inicios de octubre en Cancún.

Algunos datos que nos ayudan para dimensionar el problema: a nivel nacional, de 2002 a 2013 el número de empresas de turismo comunitario creció de 230 a 3,163, pero con base en un estudio de ICTUR – CONACYT- IIE UNAM solo 10% de ellas tienen características que favorecen su éxito. En la Península de Yucatán, con base a un estudio de la UADY, de las 200 empresas registradas como empresas de turismo de naturaleza, 25% no operan. Y en el caso de empresas que venden productos perecederos (miel, mermeladas) o no perecederos (artesanías, hilados) la situación es similar, hay muchas iniciativas, pero pocas consolidadas.

¿Cuáles son las razones por las cuáles estas empresas comunitarias no prosperan? Las razones son muchas, desde falta de capacitación, desarrollo de productos sin cumplir las necesidades del mercado, poca inversión o inversión mal enfocada, falta de experiencia en la conexión con el mercado, visión a coro plazo, y la lista sigue y sigue.

Pero entonces, ¿cómo hacemos para potenciar productos y servicios que hay en las comunidades locales, y lograr que las comunidades mejoren su calidad de vida?

No hay una solución única y tampoco es un camino fácil, pero las iniciativas que conozco y que son comercialmente exitosas o van en proceso de tienen una característica común: la colaboración de actores de gobierno, sociedad civil y empresarios para impulsar estos proyectos. ¿Cuál es el rol de cada uno en estos proyectos exitosos?

Generalmente, las organizaciones de la sociedad civil son impulsoras de estos proyectos desde la base: apoyando a los interesados a organizarse, capacitar en la forma de coordinar acciones, fortaleciendo los procesos, empoderando comunidades y haciendo vínculos iniciales con el mercado. En algunos casos, en especial en comunidades dentro o alrededor de Áreas Naturales Protegidas, el gobierno ha tenido un papel fundamental en fortalecer las iniciativas.

Sin embargo, conozco una gran cantidad de empresas comunitarias que han logrado librar este proceso de organización y de tener productos de calidad listos para el mercado, o para algún tipo de mercado, pero no se logra la conexión con este.

¿Quién puede hacer esto? El gobierno en algunos destinos ha contribuido a través de sellos, ferias o espacios especializados, pero en ocasiones no es suficiente. Desde mi punto de vista, una de las soluciones pueden ser las empresas sociales, que son aquellas empresas con fines de lucro pero que tienen también como objetivo contribuir a resolver un problema ambiental o social, y que en los últimos años, a través de emprendedores con una conciencia diferente, y el uso de innovación y tecnologías de la información, están logrando introducir estos productos y servicios comunitarios al mercado.

Esta vinculación entre sector comunitario y empresas sociales es clave para la vinculación de productos sustentables con una demanda que existe, pero que requiere un tratamiento especial; y dado el fin de la empresa social, también estas tienen un mayor entendimiento de las necesidades locales.

Algunos ejemplos interesantes son Identidades Comunidad, en Quintana Roo, que hacen este vínculo entre comunidades y hoteles, la Mano del Mono, en Chiapas y Totonal, que operan recorridos turísticos comunitarios. 

Así que, si queremos lograr esta vinculación, además de invertir en procesos comunitarios, hagamos una inversión en empresas sociales, en emprendedores con conciencia y que generaran un impacto social importante.