En busca de la paz

Si en casa muchas veces no estamos de acuerdo y terminamos discutiendo con nuestros seres queridos...

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Si en casa muchas veces no estamos de acuerdo y terminamos discutiendo con nuestros seres queridos y en el trabajo llegamos a tener problemas tan graves que el equipo se fractura y todo cambia, es fácil pensar entonces que en el mundo jamás lograremos consenso ni paz.

Por lo menos eso creía hasta hace unos días, cuando más allá de las imágenes -ya de por sí extraordinarias- me encontré reflexionando en torno al significado de la reunión de quienes representan ideologías, creencias o paradigmas muy diferentes. No me refiero ni a la ONU, ni al G8 ni a grupo alguno de ese estilo, sino a la reunión,  para rezar, entre el Papa Francisco, el Patriarca Ecuménico Bartolomé, líder de la Iglesia Ortodoxa, y los presidentes de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmoud Abbas.

La jornada de invocación por la paz fue iniciativa del Papa, quien ofreció El Vaticano para ese gesto de concordia y buena voluntad. No tuvieron que firmar previamente algún documento o un acuerdo como el de Oslo. Simplemente aceptaron. Llegaron hasta ahí los líderes y juntos rezaron para agradecer a Dios por crear el mundo y la familia; pidieron perdón porque no nos hemos comportado como hermanos, porque hemos pecado y no hemos demostrado amor al prójimo. Además le pidieron que nos ayude a construir la paz, esa que el encuentro otrora imposible de creer, demostró que sí –recalco- se puede alcanzar.  Y entre las frases memorables del encuentro, rescato una del Papa Francisco: “Hace falta más coraje para buscar la paz, que para declarar la guerra.” 

Haciendo a un lado la religión, me pregunto: ¿Qué tan difícil es respetar los pactos? Es decir, honrar nuestra palabra, esa que antaño era suficiente para creer en el otro: Un hombre daba su palabra para un negocio y se sabía que cumpliría; otro daba su palabra a una mujer y prácticamente se anunciaba un matrimonio. Hoy no es igual. ¿Nos reunimos el jueves para definir lo pendiente?, pregunta un colega que no nos cae bien y generalmente la respuesta es un “¡claro!, temprano me hablas y decidimos la hora.

Obvio, llega el jueves y con él una buena excusa para no ir. No cumplimos. Así sucede diario con situaciones cada vez más complejas hasta llegar a las que ponen en riesgo la paz en el mundo. No es fácil decir “no”, claro, pero es honesto. Si de elegir se trata, prefiero a una persona de la que siempre sé qué esperar aunque no me guste del todo, frente a quien dice una cosa y hace otra. ¿Usted no? 

“Experimenté la guerra y probé el sabor de la paz”, dijo el presidente de Israel y prometió no dejar de trabajar por ella. ¿Podríamos hacer lo mismo? Si hemos pasado por enfermedades, necesidades económicas, situaciones negativas, una “guerra fría” incluso, ¿podríamos trabajar sin descanso por evitar que alguien más sufra? Tratar a la gente con respeto, defender que todos somos iguales y que no hay jefes y esclavos, sino líderes y equipos de trabajo, es un primer paso para evitar conflictos. ¿Podemos? ¿Queremos? ¿Qué dice la concurrencia?

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