De una muy buena fuente:

En el conflictivo agosto poselectoral del año pasado, los Chuchos Zambrano y Ortega buscaron al equipo de Enrique Peña Nieto para comunicarle que, como primera fuerza opositora, no querían quedarse al margen de un acuerdo de gobernabilidad y futuro. Los perredistas querían evitar la reedición de un pacto PRI-PAN que los mandara de nuevo al cabús de la política institucional.

Las reuniones, obvio, deberían ser secretas. Alguien propuso la casa del ex gobernador de Oaxaca, el priista José Murat, en el poniente de la ciudad. Propuesta aceptada sin objeción.

Gustavo Madero y Santiago Creel hicieron también contacto con los peñistas. Estaban en un dilema: que el PAN siguiera la estrategia de 1988 para lograr acuerdos y reformas con el PRI que les había ganado “a billetazos”, o la de 1996, y los construyera con el PRD. En ambas experiencias, el PAN había obtenido excelentes frutos.

Los panistas pidieron también encuentros secretos. Se sugirió la casa de Murat y aceptaron sin reparo.

Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong leyeron bien el momento y la circunstancia. De esas reuniones surgió el proyecto del “tripié”, un acuerdo de tres patas (PRI, PRD, PAN) para sintetizar las expectativas.

Siempre en casa de Murat, y con unos pocos participantes más, el “tripié” evolucionó en el Pacto por México: un valioso instrumento para darle impulso y funcionalidad al nuevo gobierno y una prometedora fuga al frente para los partidos opositores.

Todo esto, por si alguien pregunta por qué José Murat es el coordinador del consejo rector del Pacto por México.