En ti no confío

¿Pero qué nos hace desconfiar de nuestro gobierno? Bueno, dejando de lado los constantes actos de corrupción, tráfico de influencias, prepotencia y egoísmo, la verdad es que tenemos una escasez de gobernantes que sean modelos a seguir.

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Atraparon al Chapo, finalmente. Confieso que cuando lo supe pensé que era una noticia trascendental; sin embargo, después de leer las opiniones de la gente, ahora pienso que lo realmente importante de todo esto es la desconfianza que hay ante las acciones del gobierno. 

Pareciera que nada nos tiene contentos: cuando se escapó hace 13 años las críticas no pararon por tener un “gobierno incompetente y seguramente coludido con el narco”. Ahora que lo detuvieron, las críticas no cesan porque “nos quieren engañar, la persona en la cárcel es un pobre diablo muy parecido a él. El Chapo real seguramente está disfrutando tranquilamente de toda su fortuna en alguna de sus propiedades”.

¿Pero qué nos hace desconfiar de nuestro gobierno? Bueno, dejando de lado los constantes actos de corrupción, tráfico de influencias, prepotencia y egoísmo, la verdad es que tenemos una escasez de gobernantes que sean modelos a seguir. Y con eso me refiero a políticos que tengan valores y creencias y sean, en esencia, gente de bien. 

Seguimos adorando a líderes que ya no existen (Colosio es el mejor ejemplo) y nos quedamos estancados ahí, nadie ha podido igualarlos ni opacarlos. Hace unos días leí la reflexión de una persona que había presenciado el cambio que sucedió en Colombia.

Él argumentaba que antes de que entrara Álvaro Uribe, el país estaba en destrucción, sucio y sin mucho espíritu de solidaridad. Con el nuevo presidente, la mentalidad de los colombianos cambió, poco a poco fueron recuperando los valores y ahora es un país completamente recuperado. Él insistía en que el principal factor del cambio fue el presidente Uribe, quien siempre se mostró educado, respetuoso y como un caballero y poco a poco la gente lo fue imitando. 

El problema con nuestros políticos es que ya los conocemos y aunque ahora sean personas de bien y de lo más educadas, lo que hicieron hace algún tiempo les persigue por siempre: una vez corrupto, siempre corrupto.

Tomemos de ejemplo al presidente: una sola pregunta le arruinó su imagen; no supo contestar cuáles eran los tres libros que han marcado su vida. Hasta ahorita no he conocido a un solo joven que genuinamente quiera ser como él. Es el presidente, y estoy segura que ninguno de nosotros metería las manos al fuego por él. 

Y no crea que es una cuestión de la gente a la que no le gusta la política, en los grupos de enfoque con gente simpatizante de uno y otro partido, al preguntarles con quién dejarían a sus hijos, el 90% de las veces la respuesta es con ninguno porque no les tienen confianza. 

Los partidos políticos se quiebran la cabeza pensando en nuevas formas de atraer simpatizantes y mejorar su imagen, cuando la cosa es simple: la gente imita lo que ve. Ahí lo dejo.

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