Alguien con buen humor tuiteó ayer la gráfica con el resultado de la encuesta de salida de Consulta Mitofsky en las presidenciales de Venezuela. Ganaba Enrique Peña Nieto con 50 por ciento de los votos. Nicolás Maduro registraba veintitantos y Henrique Capriles un poco menos.

Es una variación sobre el mismo tema que, por ejemplo, el 11 de agosto, previo al oro olímpico en futbol, atribuyó a Mitofsky este resultado a la pregunta de ¿quién ganaría? México, 20 por ciento; Brasil, 21; Peña Nieto, 798.

Hay, por lo visto, gente que no quiere olvidar que varias empresas encuestadoras erraron entre 9 y 12 por ciento su registro final, sobreestimando a Peña Nieto, subestimando a Andrés Manuel López Obrador. Y es que más allá de un par de foros en familia y unos cuantos artículos justificadores, parece seguir faltando una explicación sólida de por qué tantos fallaron por tanto.

Quienes no aceptamos (por suicida, y porque no hay indicios) la hipótesis de la corrupción, pero tampoco el solipsismo del voto escondido, la respuesta mentirosa, etcétera, quedamos en la non grata situación de pensar que, llanamente, se trató de un episodio de colosal ineptitud profesional.

En 12 domingos habrá elecciones en una docena de estados. En Baja California se disputará, cargada de simbolismos, la primera gubernatura del sexenio. ¿No habrá encuestas? ¿Regresarán como si nada las empresas que se despeñaron en 2012?

Siempre se podrán comprender los por qué de un error. Lo que cuesta entender a estas alturas es la negativa a reconocer el error. La apuesta al olvido.