Enseñar a aprender

Necesitamos despejar la mente para volver a apropiarnos de nuestra capacidad intelectual.

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Un campo, tan fértil como se quiera, no puede producir frutos sin ser cultivado, tampoco puede hacerlo una mente sin aprender.- Cicerón, Filósofo romano

La palabra inteligencia proviene de “inter” (adentro) y “legere” (leer). Es la capacidad del ser humano  de mirar siempre un poco más adentro en las cosas, en los acontecimientos y en las personas. La inteligencia creadora parece ser que actualmente está adormecida. Hay grandes obstáculos que dificultan el desarrollo de esta maravillosa potencialidad:

1.- Falta de atención que puede no haber sido cultivada en la niñez por exposición excesiva a la televisión con imágenes e información visual que impide pensar e imaginar.

2.- Las grandes deficiencias en la educación escolar. 

3.- Falta de maestros que enseñen y promuevan las diferentes y múltiples posibilidades de la inteligencia humana. 

La mente y las emociones tienen que desahogarse platicando lo que preocupa, duele y/o molesta, para poder leer y entender, estudiar y captar, imaginar y crear. Necesitamos despejar la mente para volver a apropiarnos de nuestra capacidad intelectual. 

La educación formal actual (con honrosas excepciones) es la más aburrida y menos motivadora. La escuela instruye a través de la información y los maestros (los menos, desgraciadamente) deben promover la formación del juicio crítico, que es tan importante. 

En la mayoría de los colegios se imparten materias que ocupan muchas horas mas no se enseña a aprender. Muchos jóvenes terminan la secundaria sin haber adquirido un método efectivo de estudio; ni siquiera se les ha hablado e inducido acerca del placer de la inteligencia, de pensar, de imaginar, de descubrir y “ver” más adentro de las cosas, de las situaciones, de la Historia y de las personas. Como maestros y como padres podemos motivar: “APRENDER A APRENDER”, tal como, leer y después expresar con claridad y amplitud lo entendido, hacer síntesis encontrando la idea central, procurar vincular los contenidos curriculares con aspectos de la propia vida, necesidades, deseos y sentimientos. 

“El arte de enseñar a aprender” despierta el deseo de saber más (de profundizar), genera intimidad y despierta la propia vocación y propósito de vida en aportación y servicio para la sociedad. Alentar a los hijos, a los alumnos, en sus dificultades; valorar sus logros y “enseñarles a aprender”, esa sí que es una gran herencia. ¡Felicitaciones a los maestros  que enseñan a aprender por su noble y generosa aportación a tantas vidas!

¡Ánimo! hay que aprender a vivir a vivir.

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