Quebrantar lo que Simone de Beauvior llamaba la conspiración del silencio es necesario para acercarse a la realidad de los adultos mayores que en su gran mayoría viven en situación de pobreza multidimensional y de carencias sociales y de ingresos.

La pobreza multidimensional, como la mide el Coneval, toma en cuenta las condiciones de vida de la población a partir de tres espacios: el económico, el de los derechos sociales y el contexto territorial.

Es decir la pobreza no se mide sólo por la falta de ingresos que cubran las necesidades de la canasta básica, sino también por la ausencia de derechos sociales (carencias sociales)  que son seis indicadores: rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación, y de bienestar económico (ingreso). 

Entonces es posible determinar que las familias o personas en situación de pobreza presentan al menos una carencia social y no tienen un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades (su ingreso es inferior al valor de la línea de bienestar). 

Una persona se encuentra en situación de pobreza extrema cuando presenta 3 ó más carencias sociales y no tiene un ingreso suficiente para adquirir una canasta alimentaria (su ingreso es inferior al valor de la línea de bienestar mínimo).

Yucatán registró 1.955,577 habitantes (Inegi 2010): 963,333 mujeres y 992,244 hombres. De  la población mayor de 60 años las mujeres suman 101,624 y los varones 94,849, haciendo un total de 196,474, el 10% de la población total. La media nacional en ese año fue de 9%. Este grupo representa el 15.2% de la población en edad de votar.

Los municipios con mayor población adulta son Tepakán, 16.1; Telchac Pueblo, 17.2; Suma,15.7; Dzemul, 15.3, y Cenotillo 15.6. Mérida se encuentra encima de la media nacional. Según las mediciones del Conapo, para el 2030 se estima que la población yucateca de más de 60 años ascendería a 381,963, lo que sería el 16% de la población total.

Para muchos varones mayores de 60 años el trabajo significa autonomía o al menos posibilidad de no depender de otros miembros del hogar, también significa autoestima, sentir que sirven, que son productivos, que desarrollan actividades que les gustan; para la mayoría en esta etapa de la vida trabajar significa la obtención de recursos para sobrevivir. Los varones de 60-64 años que trabajan suman el 71.5%; los de 65 años son el 57.9; a los 70 todavía trabaja el 45.5; después están los del rango de 75 y 79 años, de los que permanece en el mercado laboral el 34.8; a los 80 años sigue trabajando el 24.4%, y a los 85 años, el 14.3%. En estos dos últimos grupos se encuentran muchos en situación de pobreza extrema.

Se necesitan políticas públicas transversales con perspectivas de envejecimiento y no sólo programas asistencialistas, como el decreto 214 que crea en el 2008 el programa Reconocer. Hay que aprender de la experiencia de países como Turquía, en el que sus estudiantes hacen servicio social detectando a su población adulta. Los estudiantes de Medicina van a casa de los adultos mayores y si necesitan atención médica ellos los llevan a las clínicas.