Es cuestión de honor

La pobreza crece y la barbarie avanza; no es raro, pero sí demencial, que la sociedad a través de autoridades pague a sus asesinos; los mexicanos estamos hartos de la corrupción, pero no pocos se benefician de ella.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Los mexicanos sabemos cómo ordenar la vida social, hacerla verdaderamente humana y lograr el desarrollo material y espiritual del pueblo.

Lo importante es decidirnos a lograr el cambio. Por ejemplo, exigir al gobierno ser proactivo y no reactivo ante la criminalidad; no esperar la huida de un funcionario para que sean “descubiertos” sus vínculos personales y familiares con delincuentes; fortalecer a la Secretaría de la Función Pública para combatir a servidores deshonestos; blindar del hampa elegante y de la cerril a las elecciones; etcétera.

Hemos avanzado en leyes sobre derechos humanos, en equidad de género y protección de vulnerables, en transparencia e información oficial, en aumento de penas, en mayores garantías de libertad de expresión y de periodismo, etcétera; también hay mejoría en el área jurisdiccional.

Sin embargo, la pobreza crece y la barbarie avanza; no es raro, pero sí demencial, que la sociedad a través de autoridades pague a sus asesinos; los gobiernos han sido ineficaces en EDUCACIÓN, PROMOCIÓN Y REPRESIÓN; educan mal, ayudan poco y toleran mucho (permiten a miles de maestros dar clases de delito; nos dicen que aumentan día a día las políticas asistencialistas, en vez de empleos suficientes y bien remunerados; y diariamente dejan impunes actos vandálicos); los mexicanos estamos hartos de la corrupción, pero no pocos se benefician de ella.

Algunos proponen “cambio de modelo político y económico”, porque así vendrá la “primavera mexicana”. Sin preguntar en qué consiste ese maravilloso cambio, procede inquirir: ¿quién o quiénes lo harían?

El de la “honestidad valiente” —como si la honestidad permitiera adjetivos, y pudiera ser cobarde— nos dirá: Yo y el Pueblo. Pero esas son tonterías.

Mucho hemos hecho bien y más falta por hacer, pero mientras no lleguemos a la raíz de lo que pudre y envenena el quehacer humano, serán exiguos los resultados del esfuerzo. Me refiero a la EDUCACIÓN —no a la de los pobres, a quienes poca les llega—, aludo a la de la “clase media” y la supuesta “clase alta”; ahí se halla la tragedia nacional, pues han perdido los valores indispensables para la cohesión social: como el sentido ético y solidario en las relaciones colectivas; el valor de la palabra que orgullosamente defendían las mujeres y hombres del pasado; y la cultura del esfuerzo como único fundamento lícito para prosperar. Sin recuperarlos, la pudrición seguirá avanzando fatalmente.

Si la maldad se hallara solo en políticos y servidores públicos, con encarcelarlos y sustituirlos todo se arreglaría; pero ésta fluye por amplias arterias del cuerpo social. Es pandemia; y no habrá instituciones sanas sin sociedad sana.

Todo será posible y vendrá por añadidura si rescatamos esos valores. Solo así resistiremos la tentación de desvíos y tendremos instituciones fuertes, porque ante la disyuntiva de obtener lo indebido o mantener limpia la conciencia, optaremos por lo segundo para preservar el honor personal y el de México.

Adendum: Mi solidaridad con Diego Valadés.

Lo más leído

skeleton





skeleton