¿Es Dios invisible?

Cuántas personas tratan de llenar su vida con falsos apostolados y leer y leer, y... no saben nada. Porque al final de sus actos se sienten más vacíos que antes.

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por muchos años me hice la siguiente pregunta ¿Dios es invisible? Y en el transcurrir del tiempo he aprendido a responderla todos los días: “A Dios lo puedes sentir, pero no lo puedes tocar. Es como la pantalla de un cine, no la ves pero está ahí”.

Se nos olvida que él siempre está con nosotros, aunque no lo queramos ver, esté ahí. Es como nuestra nariz, va donde tu vayas y hagas lo que hagas está delante de ti, pero no lo ves. “Dios te da la paz, pero nunca te deja en paz”.

¡Cuántas personas quieren saber de Dios! Yo, en lo particular, me gusta más “el sabor de Dios”, que saber de Dios. Sin embargo, las personas tienen dudas y quieren saber más y más de Dios, en lugar de buscar ...¡el sabor de Dios!

“A Dios hay que usarlo, más que buscarlo”. Cuando le preguntaron a Thomas Alba Edison ¿qué era la electricidad? el respondió: “La electricidad, es úsala”. Así hoy, no debemos preguntarnos que es Dios, sino “usar” y paladear el sabor de Dios.

Cuantas personas hablan de Dios buscan a Dios y.... ¡no tienen a Dios!. Son como el río que fluye ante sus ojos, mientras ellos se están muriendo de sed. Pero eso si, insisten en tener una definición del agua. ¿Por qué?, porque están convencidos de que no van a satisfacer su sed hasta no tener la fórmula correcta del agua.

Bien dice el filósofo: ¿De qué le sirve un saco de diamantes en un desierto a un hombre que se está muriendo de hambre?. Y yo hoy te interrogo: ¿De qué te sirve tu sabiduría, si no la aplicas en tu vida?.

Cuántas personas tratan de llenar su vida con falsos apostolados y leer y leer, y... no saben nada. Porque al final de sus actos se sienten más vacíos que antes.

Existe aquella anécdota de un mono que trató de salvar al pescado, sacándolo del agua y lo puso en la rama del árbol. Así muchos de nosotros queremos cambiar a las demás personas, y el más urgente para que cambie el día de hoy, somos nosotros.

Si queremos ayudar a la humanidad, pero primero hay que ayudarnos a nosotros mismos, para disfrutar de la vida y dejar de sufrir y empezar a vivir la vida.

Yo siento que Dios nos está hablando todos los días y nos dice: “Empieza hacer lo que te gusta y debes de hacer. No le tengas miedo a las caídas de las bolsas. Si fracasaste es la oportunidad de volver a empezar de nuevo y con más inteligencia”.

No hay que fincar nuestra felicidad en el dinero. El dinero va y viene, pero la familia siempre está. La felicidad consiste no en tener más, sino en desear menos. Porque nadie está contento con lo que tiene hasta que está en paz con lo que es.

Entendamos que al vaciarnos de nosotros mismos, nos llenamos de Dios. El único cambio aceptable es el que viene al aceptarse a sí mismo.

¡Claro que Dios no es invisible! El siempre está y estará a nuestro lado para consolarnos en nuestras tristezas; aconsejarnos en nuestras dudas, animarnos en nuestros desalientos y darnos fuerzas en nuestras luchas para enseñarnos a amar. 

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