Español, lengua oficial

El español, sin ser lengua oficial, ha avasallado a las lenguas indias, hasta extinguir o condenar a ello a su gran mayoría.

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Esta semana, el director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, llamó a elevar el español a lengua oficial de nuestro país. La idea es llenar un vacío constitucional, pues, hasta el día de hoy, adolece de tal carácter. Se trata de una propuesta lógica, de sentido común, pero absolutamente reñida con los derechos humanos.

El español, sin ser lengua oficial, ha avasallado a las lenguas indias, hasta extinguir o condenar a ello a su gran mayoría. Dar supremacía constitucional a una de las lenguas nacionales por encima de las otras es lo último que la diversidad lingüística mexicana necesita. El espacio de las lenguas, que no es otra cosa que el espacio de comunicación de sus hablantes, ha sido dominantemente ocupado por una de ellas, justamente la que no nació en estas tierras y fue impuesta a sangre y fuego durante la invasión militar y posterior dominio colonial europeo.

El Estado mexicano no concedió al castellano superioridad constitucional ni en 1857 ni en 1917, cuando la presencia de los pueblos indios era mucho mayor que en la actualidad, y su carácter de lengua extranjera era evidente.

En 2015, cuando el efecto cultural, social y humanamente demoledor de la subordinación de los pueblos indios a la dinámica criolla del México independiente es más notable que nunca, sería injustificable consumar el último acto de la conquista española. “Tú, que en tu tierra vienes hablando la misma lengua desde siglos antes del holocausto, menospreciada, pero sin que la Constitución le diera un carácter inferior a la del invasor, debes saber que desde hoy, esa lengua vale menos ante la Ley que aquella que te fue impuesta”.

Cuando en 2001 inicié la ley de derechos lingüísticos, la sustenté, precisamente, en la ausencia de una lengua oficial y en la igualdad jurídica de los mexicanos. Superada la propuesta panista de dar a las lenguas mexicanas un carácter inferior al del castellano, el Congreso reconoció el mismo estatuto legal para unas y otra, el de Lenguas Nacionales. Aun así, las lenguas mexicanas han tenido enormes dificultades para alcanzar parcialmente las pocas implicaciones prácticas de esta condición.

Constituir al español en lengua oficial sería un golpe descomunal al derecho a la igualdad de quienes hablan las lenguas que la conquista no les pudo arrebatar.

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