Esposas alquiladas

Nada puede ser más legítimo que una esposa con todas las de la ley, pero es aún peor cuando se cree bella...

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Se dice que algunos jefes de Estado africanos, cuyas esposas no son bellas, tienen derecho a llevar otra mujer que sí lo sea cuando hacen viajes oficiales al exterior.

El que lo dijo no está muy seguro de lo que decía, y tal vez no se atrevió a dar más detalles, y mucho menos en relación con lo que todos quisieran saber: hasta dónde llegaban los derechos del jefe de Estado con la esposa prestada, si dormían en alcobas distintas o si, por el contrario, la falsa primera dama tenía los mismos derechos y deberes de la legítima hasta las últimas consecuencias de la intimidad.

Fuente: Gabriel García Márquez, en su artículo Esposas alquiladas, en El País, 10 de agosto de 1983.

La columna Viernes Cultural observa al transcriptor, a la vuelta del viaje que realizó recientemente, entristecido, cariacontecido, adolorido, apesadumbrado, noqueado pues: “¿Y qué te pasó? ¿Cómo te recibió Patricia?”.

El transcriptor balbucea: “Entre ¡ajos y más arajos! Que ella es la más bella (así dijo en verso). Que yo no tengo ningún derecho, aunque duerma en alcobas distintas, que ninguna otra tiene los mismos derechos y deberes que ella, que es la única legítima (que ni lo siga soñando AMLO), que no puede haber ninguna intimidad, ni en el baño”.

Remató y amenazó: “Además, ¿estás chiflado?, aunque estás carboncillo, tú no eres ningún jefe de Estado, menos africano… Espera que vea al famoso Gabo, le faltarán años de soledad, cuando me oiga”.

Así, el transcriptor regresó a la casa de alquiler, con la promesa de nunca más viajar con nada postizo.

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