Estaban todos, menos tú… y el rector

Desde que se dejó alburear por Catémoc Blanco y dejarse ganar por la Chepina Cuchicuchi, sinceramente había perdido la fe en Ernesto Cordero.

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Desde que se dejó alburear por Catémoc Blanco y dejarse ganar por la Chepina Cuchicuchi, sinceramente había perdido la fe en Ernesto Cordero. Sin embargo, cuando se le vio enfrentarse al Bronx tricolor en San Lázaro, comandado por el comandante insurgente Gamboa Patrón, que se veía más feroz que los vándalos, recuperó mi aprecio. Cuando cerró la sesión del Senado por falta de quórum justo cuando los choznos de don Plutarco estaban más intensos (y cómo no, si quería que desde su mayoría se aprobaran o no los mandos policiacos) en una actitud atorrante, pero viril que no se le conocía. Tan así que nomás le faltó mandarles a los granaderos a los priistas que, en homenaje al gran Noroñas, tomaron la tribuna mientras amenazaban destituir al hombre de seis mil pesos al mes, para luego pasar cantar con espíritu kitsh el Himno Nacional.

Una imagen casi tan idílica como la de los granaderos en Ciudad Universitaria frente a los #Yosoy132 queriendo bloquear lúcidamente avenida Insurgentes para exigir la libertad de los presos que parecen víctimas de un compló de la burocracia de la seguridad. Nomás faltaba el camión materialista, pero no dialéctico.

Unos apelaban a la autonomía universitaria, otros a que nadie se molesta cuando el Estadio Universitario es resguardado por la polecía en los partidos de los Pumas; los nostálgicos evocaban el diazordacismo y otros histéricos embozaban sus rostros y agarraban palos y piedras. Pero esta vez nadie quiso ser el héroe de esta Loca academia de granaderos, papá.

Y estaban todos, menos el rector Narro. Dicen que en Birmingham la vida es más sabrosa.

Aunque tienen sus admiradores entre los nostálgicos y los fans del autoritarismo, ¿por qué será que los granaderos no combinan con ningún paisaje, ni ideológico ni sentimental? Tal vez porque nos quedan los resabios de aquella canción de los Nakos que donde un niño le preguntaba a su padre: Papá, papá, ¿qué es un granadero?, y este respondía: Un granadero es un hombre analfabestia que le gusta golpear al estudiante.

Con esos parámetros era lógico que lo trabajadores de la industria de la re-re-represión actuaran con los protocolos precisos de su oficio. Así, por usos y costumbres tampoco apañaron a provocadores ni verdaderos vándalos, como es tradición. En medio de la trifulca, una cuchillada trapera para Jelipillo, Hugh Heffner, de Playboy, aplaude la legalización de la mariguana en Washington, donde los hobbits de la mota están de fiesta.

www.twitter.com/jairocalixto

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