Nuestro amigo Atilano Ceballos Loeza ha llegado a la conclusión, a base de su experiencia, de que los pueblos nativos han cumplido con cuatro estrategias que les han permitido transitar en el tiempo:

La sabiduría tradicional: a través de los años, los pueblos originarios han aprendido de la naturaleza conviviendo con ella, y la han respetado. 

Este aprendizaje les ha llevado a acumular un sinnúmero de conocimientos en diferentes disciplinas, tales como construcción de sus casas, aprovechamiento y uso racional de las materias primas que su ambiente les ofrece para vestirse o para medicinarse. 

La medicina indígena es un verdadero tesoro que los pueblos han heredado de generación en generación.

Las semillas criollas: constituyen  el primer eslabón para la soberanía alimentaria que las naciones originarias han encontrado y sus bases son el uso, selección, conservación, manejo e intercambio de las semillas autóctonas y/o criollas. 

Que las semillas nativas estén en manos de los campesinos/as ha sido un logro fundamental para la subsistencia de estos pueblos. 

Una inmensa variedad de semillas han sido cuidadas por siglos en estos pueblos. 
Mantener la diversidad de estas semillas y que estén al alcance de los campesinos es el desafío más grande para la soberanía alimentaria y la biodiversidad.

Los ciclos de la naturaleza: la resiliencia que los pueblos ancestrales han tenido se debe, entre otras cosas, a su capacidad de construir su vida y sus ciudades al unísono con la naturaleza. Varias ciudades mayas fueron construidas siguiendo las constelaciones. 

Ha sido fundamental respetar los ciclos de Mamá Luna, del Padre Sol, los ciclos de mayor o menor luminosidad para sus siembras, fiestas agrícolas y religiosas. Trabajar con la Naturaleza, no contra ella. La Naturaleza no produce basura, sino que recicla. Esta es una visión sistémica de la agroecología.

La cosmovisión integral: para los pueblos y naciones milenarias, la vida está integrada, no aislada en partes. Esta visión sistémica o integradora nos ha servido para conocer bien nuestro entorno, para respetarlo e incluso venerarlo. Los mitos y ritos nos dan identidad, y nos recuerdan nuestro origen y destino.
 
Estos son como los 4 horcones que sostienen nuestra casa y le dan armonía y estabilidad.