Europa y los retos de la izquierda

En España, al menos, el voto de castigo favoreció a las izquierdas. Es una buena noticia siempre y cuando se consiga estructurar no sólo un discurso de oposición sino una propuesta programática.

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Europa, la Europa sabia y cruel que surcó los mares para hegemonizar no sólo la cultura del llamado Occidente sino volverse un factor de equilibrio para nuestro mundo y sus alrededores. La Europa que, a sangre y fuego, sembró sus ideales del bien y la belleza, así como su manera de hablar con Dios y con sus dioses.

La Europa que ha buscado, tras la Segunda Guerra Mundial, unificarse al fin como nación de naciones, luego de haberse desgarrado con sus constantes ciclos de violencia, sale en nuestros días de las elecciones a su parlamento con un panorama insólito y sumamente preocupante aun para nosotros, tan alejados de su continente en lo geográfico.

Precisamente un siglo después de la Gran Guerra, la de 1914, que también fue producto de crisis económicas y de nacionalismos presentados como puros y demostrados como lo más turbio de una especie intolerante ante cualquier otredad, hasta acabar 50 años después en campos como Auschwitz o bombas como en Hiroshima.

Tras un siglo de la escalada de violencia que pasó sobre las entreguerras, con la elección de Mussolini y de Hitler, para comenzar su estallido real en el golpe militar contra la Segunda República española, hoy parece que el Viejo Continente vuelve a sufrir su amnesia cíclica para, en sus más recientes elecciones al parlamento europeo, abrazar al fascismo, en apariencia vencido,  precisamente dos de las naciones que lo vencieran: Inglaterra y Francia, por señalarlas tan sólo a ellas.

Si bien se trata de votos de castigo, la voz de esos votantes exige racismo e intolerancia contra todos los tipos de diferencia. Sobre todo en contra de los inmigrantes y del ascenso de las mujeres que exigen derechos sobre su propio cuerpo o de los homosexuales que han alcanzado derechos humanos mínimos.

Si la crisis es producto de un capital financiero sin freno alguno, en lugar de ponerle algún tope, se le premia con el rescate bancario y se construye un chivo expiatorio con el rostro de los distintos.

En España, al menos, el voto de castigo favoreció a las izquierdas. Es una buena noticia siempre y cuando se consiga estructurar no sólo un discurso de oposición sino una propuesta programática que las consolide como alternativa. De lo contrario, el solo voto de castigo resultará útil para el ascenso sin freno de un fascismo español que no se ha ido.

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