Si el éxito se mide en resultados, entonces la administración de Enrique Peña Nieto tiene más saldo negativo que positivo en su balance de los primeros dos años de gobierno, particularmente en aspectos torales para los ciudadanos. 

Por ejemplo, con un crecimiento económico por debajo al proyectado para el año por finalizar, Hacienda y el Banco de México han hecho esfuerzos por justificar los ajustes y, en especial Luis Videgaray nos ha querido vender la idea de que la economía marcha bien, aunque el dólar haya rebasado los 15 pesos, la canasta básica aumente y el salario mínimo decrezca.

Aemás, el Ejecutivo y varias de sus dependencias han caído en el descrédito e incluso han arrastrado al Ejército, que retrocedió de 69% a 56% en confianza ciudadana, aunque los militares siguen liderando las encuestas en momentos en que prevalece un clima de opinión adverso hacia las instituciones.

Esa caída en la confianza se debe a la crisis de credibilidad que enfrenta el Gobierno Federal por el caso de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y las revelaciones de las casas de Angélica Rivera y Luis Videgaray adquiridas a Grupo Higa, el contratista de cabecera de Enrique Peña Nieto.

En materia de seguridad es donde se ve un rotundo fracaso, con Michoacán y Guerrero como cuasi estados fallidos, en donde se han improvisado cuerpos pseudopoliciales que agravan la inseguridad, una Gendarmería venida a menos y el Mando Único que no acaba de aterrizar.

Por esos resultados, el Índice de Paz Global (IPG) ubicó a México entre los diez países con mayor retroceso en cuanto a niveles de violencia, al triplicar sus tasas de criminalidad desde 2008 cuando Felipe Calderón comenzó la guerra contra el narcotráfico (Sipse.com 23-XII-2014) 

El IPG reveló también que en la Península de Yucatán, Campeche y Yucatán figuran entre los estados con mejor clima de paz en México, mientras que a Quintana Roo lo ubica en la lista de entidades mexicanas con el peor clima de paz. Esto, sin duda, es una muestra del éxito y el fracaso.