Expedición
Se le llamó la 'Real Expedición Filantrópica de la Vacuna' y su propósito fue llevar y difundir la vacuna de la viruela desde el reino de España a todos los virreinatos ultramarinos.
“Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”, así escribió en 1825 quien es considerado el “padre de la geografía universal”, el geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y explorador prusiano Alexander von Humboldt. Se refería a un viaje que dio inicio el 30 de noviembre de 1803 al zarpar la corbeta “María Pita” del puerto de La Coruña, en España, llevando consigo a unos intrépidos pasajeros, entre los que se encontraban 22 ángeles, conocidos como los “galleguitos”. No fue fácil reclutar a los pasajeros que harían la travesía, se requería que fueran niños, de entre 8 y 10 años de edad, que no hubieran padecido la viruela ni hubieran sido vacunados. A cambio, la corona española ofrecía que gozarían de alimentación, vestimenta, cuidados, y una buena educación hasta que pudieran desempeñar una profesión digna.
Parecía atractivo, pero pocas madres se mostraron dispuestas a ofrecer a sus hijos para embarcarse en esta aventura, de modo que fue necesario recurrir a niños abandonados o huérfanos. Así el grupo inicial se formó con 4 niños de los hospicios de Madrid y 18 de los orfanatos de Santiago de Compostela.
Se le llamó la “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna” y su propósito fue llevar y difundir la vacuna de la viruela desde el reino de España a todos los virreinatos ultramarinos, instruir a los sanitarios locales de las poblaciones visitadas, para dar continuidad a la práctica de la vacunación a lo largo del tiempo, y crear en los virreinatos “Juntas de Vacunación” como centros para conservar, producir y abastecer de vacunas activas para mantener la campaña en forma permanente.
La expedición fue promovida decididamente por la Corona Española y en especial por el Rey Carlos IV, debido a que una de sus hijas, María Teresa, había sido víctima fatal de la enfermedad antes de cumplir los cuatro años de edad, y se propuso evitar tan amarga experiencia al mayor número posible de sus súbditos en todos los continentes. Se nombró como jefe de la expedición al prestigiado cirujano Francisco Xavier de Balmis, como subdirector a José Salvany y Lleopart, quienes fueron acompañados por 2 médicos asistentes, 2 prácticos, 3 enfermeras, y la rectora del orfanato “Casa de Expósitos” de La Coruña, Isabel López de Gandalia, cuyo propio hijo formó parte del grupo de niños, y se encargó de desempeñar el papel de figura maternal para los pequeños reclutados durante la travesía.
Así fue como 22 pequeños gallegos, verdaderos ángeles, contribuyeron con el mundo entero, incluido México por supuesto, de donde a su vez partieron otros 25 niños mexicanos desde Acapulco hacia Filipinas, para propagar en sus propios cuerpecitos como vehículos la vacuna que habría de llevar a millones de seres humanos un avance tan trascendental que permitió detener uno de los más grandes azotes que ha sufrido la humanidad, y dando así un paso decisivo para que finalmente, en 1980, la Organización Mundial de la Salud declarara a la viruela como erradicada del planeta Tierra.