Extraviados padres postmodernos

Nuestra civilización vive inmersa en el postmodernismo que asegura que la verdad se encuentra en la perspectiva de cada individuo, y que las grandes verdades no existen.

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Nuestra civilización vive inmersa en el postmodernismo que asegura que la verdad se encuentra en la perspectiva de cada individuo, por lo que las grandes verdades no existen, la verdad es, valga el contrasentido, absolutamente relativa, por lo que todos son poseedores de la verdad. Cada quien desde su propia historia de vida interpreta la verdad, cada individuo es pues poseedor de su verdad.

En este ambiente en el que todo es relativo las sociedades pierden entre otras cosas las grandes guías que las estructuran y dan sentido. A través de la historia las civilizaciones se han organizado alrededor de un conjunto de ideas que le dan unidad, en las grandes culturas antiguas la certidumbre de saber qué era la verdad, la unidad al interpretar el mundo y la realidad, tener la clara idea de qué era bueno y qué malo, permitió el desarrollo de civilizaciones como la china o egipcia, a través de la historia las ideologías fueron la base de las diversas sociedades existentes.

Las ideologías le dieron certidumbre a las civilizaciones desde la esclavista, hasta el surgimiento de las sociedades cristiana, capitalista o comunista, cada una proponiendo una muy particular forma de ser y existir, estos grandes faros de la humanidad son los que la visión postmoderna ha venido a negar y de ahí la abundancia de personas que van por la vida dando palos de ciego sin saber qué está bien y qué está mal, zozobrando en una realidad en la que todo está permitido y todo es bueno si es que a tu muy particular punto de vista le parece.

Hace unos días tuve la oportunidad de ver una publicación en las redes sociales en las que una madre publicaba la imagen de su hijo de unos tres o cuatro años, con los ojos, las mejillas, los labios y los párpados perfectamente maquillados y el niño con algún otro elemento de maquillaje en las manos, la señora escribía con todo orgullo que ella nunca coartaría la libertad de su hijo de ser quien quiera ser y de experimentar cuál es el camino que desea en la vida, aseguraba que si su hijo deseaba vestirse como mujer no era ella quien iba a ir en contra de la felicidad y libertad de su hijo, afirmó que se niega a seguir los estereotipos dictados por la sociedad.

Lo que más me llamó la atención es la enorme cantidad de mujeres que la felicitaban por su decisión y por poner por delante la felicidad y libertad de su hijo por encima de los convencionalismos sociales, un muy triste y patético ejemplo de la gravedad de las acciones de una mujer que no sabe distinguir entre la libertad y felicidad de su hijo y la madurez que el mismo niño requiere para tomar decisiones libres. Espeluznante es que haya una enorme cantidad de mujeres que al apoyarla evidencian su más grande ignorancia sobre la capacidad de un niño para decidir con madurez y en libertad.

Un niño no llega al mundo sabiendo, requiere de la guía de los padres para poder desenvolverse en la sociedad, en este proceso está integrarlo a las conductas propias de su sexo en la sociedad en la que se desenvuelve, el rol de género asignado a un hombre en una sociedad determinada ha de ser enseñado primeramente por los padres y seguidamente por la sociedad en su conjunto, los niños o niñas sienten curiosidad por las conductas propias del sexo opuesto porque el ser humano es curioso por naturaleza, no tiene idea de cómo funciona el mundo y ha de ser guiado en las reglas sociales y orientado en las características de su género y sexualidad.

Es una actitud francamente estúpida que una madre renuncie a guiar a su hijo argumentando el respeto a su libertad y felicidad, esencialmente porque el niño no tiene la madurez necesaria para elegir con plena conciencia y libertad, por esa misma razón es que un niño no puede tener una licencia de conducir, no puede contraer matrimonio, comprar alcohol o cigarrillos y no puede votar en una lección, el desarrollo de un niño va a permitir que los padres le otorguen una libertad para decidir adecuada a su momento de madurez, en un principio tal vez no pueda ni elegir la escuela en la que desea estar, pero llegará el momento en que aun siendo niño lo pueda hacer.

Habría que preguntarle a esta extraviada madre si piensa dejar que su hijo se drogue, beba alcohol o se prostituya a los 4 o 5 años en nombre de su libertad y felicidad, negarnos a ser la guía de nuestros hijos hacia la verdad no es la forma de garantizar su libertad y felicidad sino más bien todo lo contrario.

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