Familia, cual moneda de cambio

Busquemos fórmulas que logren equilibrar trabajo y familia, por el bien del hombre, la empresa y su gente.

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El pasado domingo en la mañana viví una crisis existencial por un evento laboral, que  me obligó a salir para cumplir de forma cabal y oportuna con el compromiso. En ese momento recapacité y me cuestioné: ¿y la familia?

Nuestro cotidiano devenir es un  juego de ajedrez, en el cual evitamos realizar movimientos letales, que conduzcan al temido “jaque mate” de la prosapia. Turbulentas  horas en el  quehacer desgastan nuestras relaciones personales y en el hogar y producen un conflicto trabajo-familia. 

La posibilidad de amalgamar estos dos elementos  es un tema que comenzó a trascender la visión intelectual de algunos investigadores modernos. Con base en estudios realizados por el Centro Internacional de Trabajo y Familia, se concluye que este conflicto provoca bajo rendimiento en el trabajo, toda vez que el empleado no logra equilibrar ambas tareas.

A esto se suman cuadros de estrés seguidos de enfermedad e incremento de adicciones, entre muchas alteraciones. Las consecuencias son notorias y lastimosamente  progresivas; del  impacto bio-psico-social  poco reparamos. 

Crecen los hijos, van a la escuela, ganan su campeonato de deportes y pasan con honores su examen de ballet y muchos de nosotros buscando explicaciones para esas  acostumbradas ausencias. Pasan los años y aquel mozalbete se convierte en adolescente y observa con tristeza que papá tiene tiempo para hablar con clientes y conocidos, mientras que mamá “chismea” por teléfono para luego salir con sus amigas e ir al casino o tomar un café. Ambos tutores muestran desdén o poco interés por escuchar los conflictos que asaltan al hijo(a), que espera ansioso(a), para compartir y encontrar respuestas.

Nuestro egoísmo no queda allí, ocasionalmente nos acordamos del tío enfermo o  de nuestra madre y abuela. Respondemos como autómatas al escuchar por teléfono esa voz familiar y, con  gesticulaciones y palabras entrecortadas, deseamos ansiosamente concluir la charla. ¡Ay como extraño los otrora domingos en familia!

Lo que intento lograr con estas reflexiones es  que abordemos el problema de forma  interdisciplinaria, busquemos fórmulas que logren equilibrar  trabajo y familia,  por el bien del hombre, la empresa y su gente.

Hagamos a un lado el  hedonismo, la prosecución de metas empresariales unilaterales y la enfermiza búsqueda de la excelencia, sin reparar en el sano equilibrio de la más grande institución de nuestro país: la familia. Recuerda que lo único que no podrás recuperar jamás es “el tiempo”. No cambies lo necesario por lo indispensable; mañana será tarde.

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