Fasten your seat Belt

Aceptémoslo, el mundo y orden resultantes de la posguerra tocaron a su fin. Caminamos sin rumbo en la oscuridad.

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Aceptémoslo, el mundo y orden resultantes de la posguerra tocaron a su fin. Caminamos sin rumbo en la oscuridad.

El hartazgo, la incredulidad, la decepción y el miedo dictan la agenda mundial.
El orbe, cual Michael Jackson, avanza hacia atrás.

La globalización ignoró nación, raza y religión, sin darse cuenta que las globalizaba en sus versiones xenofóbicas más violentas.

El neoliberalismo negó tres veces la sociedad: sólo existen los individuos, proclamó la Thatcher, y la sociedad terminó por imponerse en su tierra con la peor de sus facetas aislacionistas.

Aunque así lo parezca, el motor del mundo dejó de ser el dinero, que concentrado en unas cuantas manos perdió su componente de justicia distributiva; hoy lo es el miedo.

El miedo al otro y al futuro rigen nuestros días e imponen locuras como el Brexit en la Unión Europea, el no a la paz en Colombia y el narcisismo ignorante, belicoso y excluyente en Estados Unidos.

Por acá en casa nada funciona, salvo los bonos de la alta burocracia, las fugas de exgobernadores corruptos y el foursome de golf de Peña Nieto. El Götterdämmerung mexicano no altera la paz en el Valhalla de Ixtapan de la Sal, al menos hasta que el fuego, como en Tultitlán, lo arrase todo.

Difícil, sino imposible, recuperar el crecimiento económico, la sensatez política, la honestidad republicana, la vergüenza, le pudor.

Nos sobran políticos y partidos, carecemos de causas. No hay proyecto de nación que concite ni director que concierte. Nuestra brújula carece de norte.

La identidad nacional se desdibuja. Los lazos de pertenencia y las razones de unidad de acción cayeron con el neoliberalismo.

Nuestros liderazgos se convirtieron en calabazas y ratitas grises. No sabe uno que emoción termina por prevalecer: si la pena ajena por nuestra clase política o el más airado de los rechazos.

La intelectualidad mexicana es apariencia, monotonía, vaciedad. Así llegamos al final de este año desastroso. Pocos serán los que tengan algo que festejar. Los más sufren la peor de las navidades y temen el peor de los futuros.

Los afanes de una tercera guerra mundial tocan las puertas del mundo. Dentro de ellas populistas demenciales, ratoncitos inexpertos y aprendices voraces hacen más atormentada la ausencia de liderazgos a la altura de las circunstancias. 

Lo poco que queda en píe se encuentra, aún, en el núcleo familiar. Allí podrá encontrar el mexicano el sosiego, así sea momentáneo, a sus pesares.

A todos les deseo una navidad de reencuentro y perdón; de unidad y confianza; de paz y alegría. Que con los nuestros y en los nuestros, como lo ha sido desde el origen de los tiempos, encontremos el camino y la luz.

Abrazos.
PS.- Fasten your seat Belt.

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