La manipulación de cada día

La manipulación no es privativa de los gobiernos o empresas, la encontramos en nuestra vida diaria...

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En estos días tuve la oportunidad de asistir a un curso de mercadotecnia digital, la importancia de Internet; las redes sociales y todas las diversas expresiones de lo digital marcan el mundo de hoy. 

En el transcurso de las diversas exposiciones se llegó casi sin querer al tema de la construcción de la opinión y la generación de tendencias en el mundo digital, sin el menor reparo se explicaba cómo utilizar sitios de Internet para crear cuentas falsas en redes sociales, cómo alimentarlas y darles visos de credibilidad para después utilizarlas en apoyo de los intereses particulares de alguna empresa o entidad.

También se explicó cómo utilizar a líderes de opinión como influenciadores, contratándolos para asistir a muy diversos acontecimientos y comprometiéndolos a generar apoyo a través de las redes sociales para el evento al que asistan, por supuesto a cambio del pago correspondiente ya sea en efectivo o con otro tipo de apoyos. 

Lo que me llamó la atención no es que esto se haga, sino la naturalidad y aprobación con la que se proponía hacerlo, con el mayor descaro y asumiendo que mentir y manipular está permitido; claramente la realidad ya no es lo que existe en el mundo natural, la realidad se ha vuelto algo creado por algunos en beneficio de otros.

Jefferson dijo no entender cómo un ser racional se podía considerar dichoso por el hecho de poder mandar sobre otras personas, pues parece ser un mal bastante extendido entre los seres humanos en la actualidad. Hay en el hombre un deseo de poder y control sobre los demás que en muchas ocasiones devora sus mejores intenciones, acabamos manipulando con el afán de dominar y dirigir la conducta de los demás en algún aspecto de su vida, aunque en el proceso eso signifique despersonalizar y deshumanizar a quienes nos rodean.

Seguramente reconoceremos en los demás esta capacidad de manipulación y comúnmente la negaremos en nosotros, la identificaremos como una medalla bien ganada en el pecho de los otros, pero no en el nuestro. Bien haríamos en recordar lo que aseguraba Larra: “Te crees liberal y comprensivo, el día que te apoderes del látigo azotarás como te han azotado” y en muchísimas ocasiones después de haber padecido manipulaciones de diversos tipos, caemos en el mismo juego manipulando nosotros a los que nos rodean.    

La manipulación no es privativa de los gobiernos o empresas, la encontramos en nuestra vida diaria: manipulan los padres cuando se empeñan en hacer sentir culpables a los hijos de su vida de esfuerzos para lograr que hagan lo que ellos quieren, manipulan los hijos cuando argumentan lejanía de los padres para conseguir lo que desean, manipula el hombre a la mujer cuando le asegura  que determinado tipo de ropa no le queda siendo que simplemente no le gusta, manipula la mujer al hombre cuando demuestra tristeza fingida para lograr la conducta que espera, y es así como acabamos muchas veces navegando en un mar de manipulaciones de ida y vuelta en nuestras vidas.

¿Qué hay en el fondo de nuestras manipulaciones? Generalmente egoísmo, la conciencia de que lo único que debe suceder en el mundo es aquello que nos gusta y nos halaga; empeñados en nuestra auto adoración y satisfacción terminamos convenciéndonos a nosotros mismos de que lo que tengamos que hacer para satisfacernos es válido y acabamos abriendo la puerta a nuestros deseos de control y manipulación.

Acabamos perdiendo nuestro rostro, extraviando el sentido de justicia, renegando de nuestro sentido de humanidad en un juego de máscaras y engaños que finalmente busca satisfacer nuestras voluntades y carencias a costa de los demás; encontraremos normal enseñar en un curso a manipular, engañar y controlar, asumiendo además que eso es una virtud, que es algo positivo por lo que se es digno de ser aplaudido, ser contado entre los exitosos, admirado. Triste mundo éste que ha acabado transformando en virtudes los defectos y se complace en la manipulación aplaudiéndose por la habilidad que tiene para alterar la verdad.  

Acabamos robándonos unos a otros la libertad y negándonos el derecho a decidir, saboteándonos el libre albedrío. ¿Cuál será nuestra opción ante esta realidad? ¿Seguiremos alimentando el juego perverso de la manipulación? ¿O bien podemos comprometernos en actuar con honestidad e integridad llevando a la práctica aquella antigua sentencia: “La verdad os hará libres”?

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