Las fiestas y el sacrificio humano entre los mexicas

Los rituales más intensos que se celebraban en las ciudades nahuas eran los que involucraban la muerte de seres humanos.

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La participación en las innumerables fiestas religiosas que se realizaban a través del año era la forma de acreditar la pertenencia al reino. Los jóvenes en edad escolar danzaban, realizaban juegos y combates rituales en lo alto de los templos principales, ante la presencia de toda la población. La comunidad en general participaba más activamente en las escaramuzas que se realizaban en las calles, en las plazas de la ciudad y en los santuarios.

Los rituales más intensos que se celebraban en las ciudades nahuas eran los que involucraban la muerte de seres humanos. 

Los mexicas se distinguieron del resto de los pueblos mesoamericanos por el frenesí y la diversa modalidad con la que practicaban el sacrificio humano.

A veces, era preciso sacrificar a decenas de bebés para agradar a Tláloc, dios de la tormenta y la lluvia. Se arrojaba a los niños a remolinos de agua o se les sacrificaba en altares levantados en las montañas.  

En una de las fiestas que se realizaban anualmente se decapitaba a una anciana y un guerrero corría por la ciudad sujetando por el pelo la cabeza cercenada y agitándola en todas direcciones.

Para rendir culto a Xipe, dios de la primavera, un sacerdote deambulaba con la piel de un sacrificado. La herida, el desmembramiento, la muerte eran prácticas constantes en la ciudad de Tenochtitlan y en otras ciudades de la región.

La población tenía la oportunidad de participar en diversos juegos callejeros, ritos con sentido chusco como el palo ensebado, comedias ridículas en donde la gente podía burlarse de jóvenes disfrazados de una especie de abejorro que andaba tropezando y cayendo de una cornisa y actores representando a viejos, tullidos o enfermos.

Además del significado religioso, el sacrificio humano tenía la intención de demostrar la fuerza militar de los ejércitos.

Se dice que Ahuitzotl emprendió una campaña contra la Huasteca que culminó en el sacrificio de miles de enemigos, hombres, mujeres y niños, que durante cuatros días y cuatro noches formaron cuatro filas frente a las escalinatas de los templos del Valle de México esperando su turno para subir a la piedra de los sacrificios. Mientras marchaban a la muerte hacían un canto triste de ave.

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