Francisco

Francisco sí es un hombre justo. No puede pedírsele más pero no debe pedírsele menos.

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El actual Papa está entre dos fuegos, porque no es ni un anarquista destructor de instituciones, como lo ve la ultraderecha entre los católicos, ni un teólogo radical de la liberación, como quisieran algunos situados a la ultraizquierda.

No podría ser ninguna de las dos cosas para haber llegado adonde está: la cátedra más alta de la Iglesia católica; es decir, la presidencia de una asamblea de fieles que confiesan que Jesús es Dios y hombre al mismo tiempo.

Lo cual es imposible de entender para quienes no lo ven así. Y, para mayores laberintos y más fuegos cruzados, una asamblea que cree en que toda la Iglesia es cuerpo de Cristo.

Francisco sí es un hombre justo. No puede pedírsele más pero no debe pedírsele menos.

Nos resulta tan extraño y llamativo porque a lo largo de muchos siglos la inmensa mayoría de los papas no han sido hombres justos. Han sido representantes de facciones o de reinos o de cualquier tipo de poderes temporales con discursos tan alambicados como incomprensibles.

Y debe ser un hombre misericordioso porque Jesús lo era y es justo que quien lo tiene como alfa y como omega trate de emularlo. A la Iglesia no se puede pedir más pero no se debería pedir menos.

Negar la palabra a quien tiene derecho a expresar su íntima experiencia como cristiano sería faltar a la misericordia y, sobre todo, sería una injusticia. Injusticia con Jesús y con los hermanos en quienes los cristianos creen que vive Jesús. Esto puede ser tan simbólico como real, anclado en el tiempo o vencedor del tiempo. Es cuestión de fe y los que no la tienen no pueden entenderlo, pero Francisco está al servicio de los fieles, por eso debe ser simple y llanamente un hombre justo. Y está demostrando que lo es. No cambia doctrinas, sólo está invitando a que se expresen quienes necesitan cambiarlas y ordena que se faciliten las estructuras burocráticas inmisericordemente enredadas y caras. 

El que cueste tanto identificar una jerarquía que debía estar al servicio del cuerpo de Cristo con palabras como justicia y misericordia habla mal de ella. Y define a los tiempos en que vivimos el que esas mismas palabras resulten tan raras y excéntricas como para que Francisco llame tanto la atención sólo por seguir fielmente a Jesús. Ojalá goce de una larga vida para que tenga el tiempo de consolidar cuanto viene haciendo.

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