Francisco, un Papa diferente

En esta primera misa dejó ver el mismo pectoral de su aparición en la plaza de San Pedro, una cruz de plata, no de oro.

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La historia debe ser contada por quienes habitan en ella: Florestán

Ciudad del Vaticano. Cuando el nuevo sucesor de Pedro asomó el miércoles por la noche en el balcón del Palacio Pontificio de San Pedro, tras el anuncio de habemus papam, hizo un contacto inmediato urbi et orbe, con expresiones que dejan ver lo que será su papado, lo que recordó por un momento, a Juan Pablo I desde el ropaje: apareció con la sotana blanca como único revestimiento, igual que Luciani en septiembre de 1978, y dejó ver una sonrisa como aquella.

Y a eso, su primer mensaje, la referencia a que los cardenales lo habían traído desde el fin del mundo, la petición a la asamblea en la plaza, antes de la bendición a la ciudad y al mundo, para que lo bendijeran a él, la oración que hizo para su antecesor, Benedicto XVI que lo observaba a través de su televisión en Castel Gandolfo; el rezo, inclinándose en el balcón y la despedida al final: buenas noches y descansen.

En la cena con sus electores en la residencia de Santa Martha, les dijo: Que Dios os perdone por haberme elegido.
Y al día siguiente, ayer, en el primero de su papado, en la salida a Santa María Maggiore para rezar a la virgen, no quiso usar el Mercedes Benz negro de los papas y pidió un coche de la gendarmería, sin caravanas y sin mayor escolta. En el camino se detuvo en la residencia en la que había vivido los días de las congregaciones previas al cónclave, se bajó del auto sin acompañamiento, subió a su cuarto, recogió las cosas que había dejado y pagó la cuenta de su estancia, a lo que el recepcionista se oponía, pero tuvo que ceder ante su insistencia.

Luego, bajo los mismos frescos de Miguel Ángel que fueron testigos de su elección, ofició su primera misa como obispo de Roma ante los cardenales que la víspera lo habían ungido papa con su voto mayoritario.

Y allí la homilía, sencilla y clara, breve, marcando los tres ejes de su pontificado: caminar, construir  y confesar sobre la fe y con la cruz.

De nuevo, a diferencia de sus antecesores que la noche de su elección habían escrito un cuidadoso texto para su primera homilía, el nuevo Papa no leyó, tampoco improvisó, y habló de pié, no desde su nueva cátedra, la de Pedro, espacio desde el que pidió a los cardenales, y en ellos a todos los sacerdotes, llevar una vida irreprochable.

En esta primera misa dejó ver el mismo pectoral de su aparición en la plaza de San Pedro, una cruz de plata, no de oro y que será diferente, no sólo por ser el primer Papa latino, jesuita y Francisco, si no por la sacudida que su pontificado dará a la curia y a la Iglesia, que tanto lo necesitan.

Nos vemos el martes, pero en privado

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