Fuenteovejuna en Guerrero

La CETEG y algunos normalistas han incendiado sedes de los poderes en Guerrero; saqueado camiones de transportes; atado y humillado “infiltrados”; secuestrado periodistas y atacado federales... ¿Así hasta llegar a dónde?

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Desde luego son incomparables un normalista de Ayotzinapa que lanza un coctel molotov hacia una gasolinera en la que habrá de morir heroicamente un trabajador y unos sicarios de Guerreros Unidos que privan de la vida a estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

El primero es un acto de irresponsabilidad y los segundos son crímenes brutales a plena sangre fría. Sin embargo coinciden en que estamos frente a una violencia que, en ninguno de los dos casos, debe ser olvidada.

Los muertos de Ayotzinapa son víctimas, desde luego, pero eso no expide patente de corso a cualquiera que se llame defensor suyo, por muy agraviados que todos nos sintamos. La muerte de Gonzalo Rivas ocurrió antes que la masacre de Iguala, pero ha tenido razón Luis González de Alba al cerrar sus artículos pidiendo justicia para él.

No hemos tenido razón quienes no hemos señalado con suficiente fuerza que un crimen es un crimen y que todos los crímenes deben ser investigados. Ya tocará a un juez definir la responsabilidad de quien lanza cocteles molotov que pueden tener desenlaces fatales como la muerte de Gonzalo Rivas. 

Yo, por ejemplo, no me subo al vagón de “Todos somos Ayotzinapa” en ese caso. Vamos, ni siquiera me siento Fuenteovejuna en el linchamiento del Comendador.

Simplemente no acepto el “todos a una” en ningún caso. El método al que dio nombre Charles Lynch en el sur de los Estados Unidos era un crimen a finales del siglo 18, lo fue en el Siglo 16 y lo es hoy.

Pero muchísimo peor es que cobijados por el enojo de una sociedad demasiado agraviada y la dolorosa muerte de jóvenes normalistas haya quienes aprovechen el momento para sus propias agendas políticas. En ese caso debemos pintar con toda energía nuestra raya y no apoyar linchamientos en ningún caso, aun cuando no hayan derivado todavía en ninguna muerte.

La CETEG y algunos normalistas han incendiado sedes de los poderes en Guerrero; saqueado camiones de transportes; atado y humillado “infiltrados”; paseado con letreros, como enseñaron los fascistas, a “ratas perredistas”; secuestrado periodistas y atacado federales... ¿Así hasta llegar a dónde? ¿Hasta quedar la CETEG, como en Nápoles la Camorra, adueñada de Guerrero?

Debemos cuidar que el muy justo reclamo de no criminalizar a las víctimas se convierta en un muy cómplice no criminalizar a los crimínales.

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