De fuereños, yucatecos y campechanos

Me gusta la campaña del ADN yucateco del PRI, que destaca nuestros valores, pero no me gusta que se nos arroguen como únicos porque raya en el sectarismo.

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Tengo para mí que hay gentilicios que en vez de describir el origen de la gente se utilizan de forma peyorativa para denostar o etiquetar negativamente a las personas. En el sureste esto es más común, como evidenció el reportaje “Los yucatecos discriminan a los fuereños”, publicado el pasado lunes en Milenio Novedades.

Según esa publicación, estudios de la Universidad Autónoma de Yucatán revelan que “entre los yucatecos existen actitudes discriminatorias, sobre todo hacia la gente que viene de fuera”. Los comentarios a esta nota en SIPSE.com lo confirmaron, y es que en ese afán de proteger “lo nuestro” nos olvidamos de que aquí como en otros estados hay gente de todo tipo. Al respecto, el pasado 23 de enero, en nuestra colaboración “El ADN yucateco… de los mexicanos” escribimos:

Me gusta la campaña del ADN yucateco del PRI, que destaca nuestros valores, pero no me gusta que se nos arroguen como únicos porque raya en el sectarismo. Sí, somos amables, honestos, felices y gente de familia, pero esto no es privativo de los yucatecos. (…) Ese “código de barras” que tenemos en los genes permite a las comunidades definirse a sí mismas, sin que esa identidad elimine la individualidad.  

Si de etiquetar se trata, la amabilidad también está presente en la gente de Baja California Sur; amigables son los sonorenses; ser fiesteros caracteriza a los de Veracruz; solidarios son los oaxaqueños; felices, los de Sinaloa; hospitalarios, los de Guerrero o Colima (...) Y así podríamos seguir con cada estado, cada ciudad, cada pueblo.

Quienes tuvimos (y los que tienen) la fortuna de pertenecer a las fuerzas armadas, sabemos que esas características las compartimos los del norte, centro y sur del país; de la costa, del valle o de la sierra, porque en los cuarteles del Ejército y en los buques de la Armada se acrisolan esos valores que aporta la comunidad heterogénea de soldados y marinos para formar esa amalgama que es nuestra identidad nacional”.

Es hora de olvidar lo de huaches, chilangos, campechanos, chapitas y fuereños, ¿no les parece?

Anexo “1” 

Un yucateco y un campechano

Por el año 1973, en el Centro de Capacitación de la Armada en Veracruz había dos oficiales de división en la Escuela de Grumetes: en la de estribor, José de la Cruz Cervera Argüelles, yucateco, y en la de babor, Mario Medina Reyes, campechano. Ambos tenientes de fragata; el primero, de máquinas, y el segundo, condestable (artillería).

El teniente Argüelles era alto, blanco, bien parecido, ojiverde y de voz nasal. Impactaba su presencia, aunque su trato hacia los grumetes era casi paternal. Siempre estaba dispuesto a responder a nuestras preguntas e inquietudes en esa nuestra iniciación en el oficio de la marinería. Inolvidables con él aquellas tardes de natación en el playón del puerto jarocho, o las prácticas de boga en las lanchas del cañonero “Durango”. 

El teniente Medina, por su parte, era bajito, moreno, malencarado, siempre gritando y manoteando. Caminaba de prisa y exigía que todo estuviera en orden. En ocasiones se dirigía a nosotros con lenguaje soez. Su baja estatura le jugaba malas pasadas a la hora de instrucción militar, pues la funda de su espada casi llegaba al suelo.  

Los de estribor sentíamos que era mejor nuestro oficial, y los de babor también. Si bien el trato entre ambos era institucional, Medina cuestionaba las decisiones de Argüelles, sobre todo cuando permitía cierto relajamiento de la disciplina en su división, y no creo que tuvieran una relación de amistad fuera de la escuela. ¿Cuestión de orígenes?

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