Ganar perdiendo

Con varias derrotas escritas en la historia nacional, los mexicanos nos hemos fortalecido, no arriamos banderas en ningún frente ni momento.

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El nuestro es un país de perdedores. La Conquista se logró con la caída de Tenochtitlán y supuso la victoria de los españoles; las invasiones francesa y norteamericana se saldaron con derrotas en batallas de los ejércitos, o en el terreno político, y pérdidas de vidas y territorio. Las “heroicas defensas” de Chapultepec y de Veracruz (cuatro ocasiones) no fueron sino reveses. La Revolución tampoco ha sido una victoria para el pueblo, pues la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado al grado de crearse un nuevo estrato: pobreza extrema.

Aun así, con esas derrotas escritas en la historia nacional, los mexicanos nos hemos fortalecido, no arriamos banderas en ningún frente ni momento; es más, tenemos la idiosincrasia de convertir fracasos en experiencias y hasta premiamos a los protagonistas de esos fracasos haciendo énfasis en el esfuerzo, la constancia el pundonor, aunque no se gane, porque el “ya merito” también es triunfo.

En nuestra esfera laboral, el deporte preferido es descalificar al jefe y a los compañeros; si no obtenemos el puesto deseado, argumentamos que estamos mejor así (“para qué quiero problemas”), pero no nos preparamos para, llegado el momento, asumir responsabilidades superiores. El ponerse la camiseta de nuestra institución o empresa no es solo vestir la prenda sino el compromiso que debemos asumir con ella, con sus y nuestros principios y valores aplicados a lo mejor que podemos hacer: nuestro trabajo.

A eso debemos apelar ahora que hacemos nuestra (como si nos faltaran) la derrota de Hillary Clinton a la Presidencia de Estados Unidos. Estoy cierto (seis décadas me avalan) que los augurios se han exagerado. México es un país grande que saldrá adelante como la ha hecho en momentos difíciles, eso sí, se requiere voluntad, esfuerzo y “ponerse la camiseta” por la tierra, por la casa, por nuestras familias. La del martes no es una derrota para nosotros, lo es para los políticos. Usted y yo debemos seguir haciendo lo mismo que hacemos cotidianamente: trabajar, con fe y esperanza en un futuro mejor.

Anexo “1”

El Comandante al que le gustaba perder

Lo conocí en la entonces Compañía de Infantería de Marina número 4. Tenía el grado de Capitán de Corbeta y provenía de Ensenada. Gustaba del deporte y mandó construir las canchas de volibol y basquetbol; este último era su deporte favorito, y los partidos eran de todos los días después de la rutina de deportes por las tardes.

En esas “cascaritas”, José Roberto Toxtle portaba uniformes profesionales, al estilo de los grandes basquetbolistas de la NBA, incluidos los famosos Converse; con su casi 1.80 de estatura, era buen jugador, encestaba incluso con estilo y con ambas manos, pero… casi siempre le ganábamos.

Las apuestas eran “los chokis”, unas malteadas en tetrapack que se vendían en la Compañía; mientras saciábamos la sed en el Detall (oficina administrativa), comentábamos las incidencias chuscas del partido. Un día le pregunté al comandante Toxtle por qué no se enojaba cuando perdía, que era muy frecuente. Su respuesta fue: Porque hay que saber perder, y cuando yo les gané lo voy a disfrutar más. 

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