Gilberto Rincón Gallardo

Hace ocho años se apagó físicamente, pero no se ha perdido su legado. Y esa presencia real en la memoria es ya por sí misma esperanzadora: hay que retomar el debate.

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Que el “buen salvaje” fuera nada más un sueño de Rousseau y que la construcción de un hombre nuevo no resultara tan fácil como el socialismo científico pretendiera deprimió a las izquierdas y las dejó sin discurso y a la defensiva, porque no fue la abolición del Estado por la dictadura del proletariado lo que ocurrió tras la Revolución de Octubre, fue un Estado totalitario, la esclavitud del proletariado por la burocracia y el genocidio de los campesinos. 

Que el capitalismo llevara en sí mismo el germen de su destrucción tampoco resultó como dijeron las teorías. Era el germen de su transformación en algo que hoy, azorados, llaman neoliberalismo, capitalismo financiero, postdesarrollismo o cuantos neologismos se inventan, pero ante lo cual tampoco tienen discurso unas izquierdas que, arrinconadas, golpean al aire y se desgastan.

El fenómeno es mundial pero donde más nos importa, porque es donde más nos duele, es en nuestro país, en el cual inclusive las derechas políticas dan golpes de ciego y sólo gana el capital financiero que abandona el país en cuanto obtiene dividendos o en cuanto su inversión parece peligrar mínimamente. Y lo hacen con una rapidez incomprensible para cerebros del siglo pasado, como el mío.

Pero lo más lamentable reside en que no aceptemos que es momento para un debate serio y abierto con quien desee aportar algo con más carne que los insultos por las redes sociales y los “trending topics” inmediatamente evaporables. Y es en momentos como estos en los que echamos en falta a pensadores críticos, exigentes, brillantes y vibrantes como Gilberto Rincón Gallardo.

No lo traigo a la memoria sólo porque se cumplen ocho años de su muerte, sino porque personas como él son necesarias. Cuando uno tiende a deprimirse y a encerrarse en sí mismo, dando todo por perdido, la voz serena pero firme de un hombre como Gilberto es imprescindible para reanudar la marcha. 

Hace ocho años se apagó físicamente, pero no se ha perdido su legado. Y esa presencia real en la memoria es ya por sí misma esperanzadora: hay que retomar el debate, hay que reanudar la marcha, no debemos entregarnos como corderitos al matadero o, lo que resulta muchísimo peor, no podemos convertirnos en matarifes inconscientes de nuestros hermanos, al servicio de un sistema que nos usa y no lo comprendemos.

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