Gobiernos de mayoría

El actual sistema nos condena a tener gobiernos de minoría. Sólo un régimen parlamentario puede construir democráticamente una mayoría a partir de las muchas minorías que conformamos la sociedad.

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La elección de diputados en 1997 hizo palpable el principal problema que en adelante tendría el sistema político: el presidente asume el cargo gracias a una mayoría sólo relativa de votos (es decir, tuvo más votos que cualquiera de sus contrincantes, pero no que todos ellos juntos), por lo que su partido queda en minoría en el Congreso, viendo obstaculizado su programa de gobierno.

Los operadores presidenciales, desde Santiago Creel hasta César Camacho, y contando, han propuesto establecer leyes que hagan que el partido con la mayor parte de los votos, digamos un 40%, obtenga más de la mitad de los diputados. Esta es, por ejemplo, la intención de la propuesta de eliminar la proporcionalidad en la elección de legisladores. Buscan que la ley otorgue mayoría en el Congreso a quien tiene minoría de votos.

A más de ser profundamente antidemocrática, esta concepción deja de lado la base real, material, del problema: quien con una minoría logra el control de un espacio electoral, sea la Presidencia o las cámaras, sigue sin contar con el respaldo de la mayoría de la sociedad.

La actual crisis de legitimidad de la clase política, manifiesta en las extendidas protestas contra Enrique Peña Nieto, se nutre en que, de hecho, la mayoría de los mexicanos no estuvieron de acuerdo en que él ocupara la Presidencia. Las acciones de gobierno, nacidas de su propio programa, son rechazadas en las calles -como en julio de 2012 fueron rechazadas en las urnas- por la mayoría de los ciudadanos.

El problema es estructural y no se solucionará descalificando a quienes ejercen su derecho básico a disentir del poder; mucho menos reprimiéndolos o estableciendo leyes que dejen a esa mayoría de votantes en minoría legislativa. 

La mejor solución es adoptar mecanismos legales que obliguen a quien quiera ocupar la Presidencia sin tener mayoría en las urnas -como los tres últimos presidentes- a lograr el apoyo expreso de la mayoría de los representantes populares, los diputados, para ejecutar, a través de un gobierno de coalición, un programa que incluya demandas de quienes votaron por otros partidos.

El actual sistema nos condena a tener gobiernos de minoría. Sólo un régimen parlamentario puede construir democráticamente una mayoría a partir de las muchas minorías que conformamos la sociedad.

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