¡Gracias, Señor!
Gracias porque tengo un hogar para regresar cuando terminan mis labores, porque ahí me esperan: el amor, el afecto y la comprensión, que es Mi familia.
En este año que termina sólo pueden brotar de mis labios las palabras ¡Gracias, Señor! Gracias, Señor, por todo lo que me diste y gracias por todo lo que me quitaste. Porque me diste lo que me hacía falta y me quitaste lo que me iba a perjudicar; pero necio de mí no entendía tu mensaje y lo mucho que tú me quieres, en cuidarme y protegerme. Me mostraste que debo de disfrutar lo que tengo y no tener apego a lo terrenal. Que en esta vida todos estamos de paso, y lo único seguro es la muerte. Me mostraste mi debilidad para aceptarme, y a poner mi felicidad en tus manos.“Me enseñaste a paladear el instante que vivimos”.
Gracias por este año termina. Quiero darte las gracias por mis brazos perfectos, cuando hay tantos mutilados por las guerras y por el dolor entre hermanos. Personas que se esmeran en lastimarse los unos a los otros; matrimonios que tratan de ser infelices, familias enteras que se dedican a destrozarse en vez de buscar la paz, la concordia y la armonía. Te doy gracias por mis ojos que me regalaste para disfrutar de la belleza de la naturaleza, cuando hay tantos ciegos en lo espiritual, porque no valoran lo que tienen y sólo sufren de lo que carecen. No ven la pareja que les diste para ser felices; ignoran a sus hijos fruto de su amor que les regalaste, y en lugar de amarlos se vuelven expertos en lastimarlos, y no valoran a sus padres que les prestaste, no los respetan ni les dan su amor, quiera Dios que para verlos no tengan que llorarlos.
Gracias porque tengo un trabajo y por lo que a diario me das y debo de valorar, cuando hay tantos que no tienen ni un pedazo de pan para satisfacer sus necesidades. Y uno soberbio, sólo quiere más de lo material. Se nos olvida que “el alma no crece cuando le sumamos, crece cuando le restamos”. Este año voy a usar la frase de San Francisco de Asís para recordar la pobreza espiritual y esperar la dicha celestial, diré todos los días: “Yo necesito pocas cosas, y las pocas cosas que necesito, las necesito poco.”
Gracias porque tengo un hogar para regresar cuando terminan mis labores, porque ahí me esperan: el amor, el afecto y la comprensión, que es Mi familia. Cuando hay tantas personas que no tienen ni un techo, o lo que es más triste, cuando lo tienen no lo valoran y dejan que ahí reine el odio, la intriga y el desamor. Me comprometo este año en darle más importancia a lo esencial y no a lo urgente, en dar amor manifestado a mis familiares, pareja, hijos y hermanos.
Gracias porque en este año nos diste tu perdón, tu pan y tu palabra, manifestada en tantas personas que nos rodean y a diario nos las regalaste con servicio y entrega. En mi pareja sentí tu amor, en mis hijos tu afecto y en mis hermanos tu calor y amor incondicional. ¡Gracias, Señor!
Gracias padre por tener poco que pedirte y tanto que agradecerte. Gracias padre por la vida que a diario me enseñas a vivirla y disfrutarla. Gracias, Padre, por el amor, la amistad y la salud. Gracias, Padre, porque en una palabra he aprendido a decir ¡Gracias!