Una grata experiencia en Chichén Itzá

Niños de las poblaciones de San Felipe Nuevo, San Felipe Viejo, Xcalakoop, Xkatún, Ticimul y Pisté realizaron una una pirámide de compromisos en favor a la cultura maya.

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Entre diversas actividades cotidianas relacionadas con la investigación arqueológica, hace unos años me otorgaron una comisión especial para corregir la restauración del Juego de Pelota y otros monumentos de Chichén Itzá. Además de los trabajos de restauración, nos dimos a la tarea de visitar las comunidades aledañas a la ciudad maya.

Con Alfredo Hau al frente de otro equipo de trabajo, programamos una serie de actividades relacionadas con un programa de concientización respecto al patrimonio prehispánico; después de evaluar la poca relación de las comunidades con la zona arqueológica, tomamos la decisión de trabajar en las poblaciones de San Felipe Nuevo, San Felipe Viejo, Xcalakoop, Xkatún, Ticimul y Pisté.

En estas comunidades impartimos talleres relacionados con la lengua maya, el patrimonio arqueológico, las tradiciones, la astronomía maya, la labor de INAH, así como sobre la importancia de conservar nuestras raíces y costumbres. 

De estas comunidades tuvimos una muy grata aceptación así como nutridas participaciones en los talleres.

Los niños de todas las comunidades fueron entusiastas talleristas, pero también fue un aprendizaje recíproco, ya que convivimos con las familias durante las temporadas de trabajo. 

La última actividad fue construir una pirámide de compromisos y los niños plasmaron una serie de intenciones: prometo hablar maya, no me avergonzaré de la cultura maya, mi compromiso es conocer mi cultura, conocer Chichén Itzá, ser custodio cuando sea grande, preguntar a mis abuelos sobre leyendas mayas, aprender a bailar jarana, saber más sobre Chichén Itzá, prometo no burlarme de la lengua maya, acompañar a mi papá a la milpa y aprender.  

El hecho de que los niños expresen estos compromisos es muy gratificante y nos llena de satisfacción, porque, de alguna manera, llamamos su atención para mirar atrás y revalorar el conocimiento de los abuelos.

Estos resultados, junto con las expresiones plasmadas por los mismos niños, son el mejor pago que podemos obtener de esta labor junto con los programas de conservación. Este trabajo de generar conciencia formará mejores aliados para la conservación de nuestro patrimonio arqueológico.

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