Grillito

Varias generaciones de niños, entre quienes me incluyo, usamos como vehículo sus canciones para emprender fantásticos viajes usando la imaginación...

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Un 6 de octubre como el pasado jueves, pero hace 109 años, nació un grillito en Orizaba, Veracruz.
Quizás por la cercanía con el día 4 de octubre, que es el día de San Francisco de Asís, sus padres Tiburcio y Emilia decidieron ponerle por nombre Francisco José Gabilondo Soler, quien es mejor conocido como “Cri-Cri, el Grillito Cantor”. Francisco fue un niño feliz, a quien la escuela lo aburría, de modo que solamente alcanzó a cursar hasta el sexto año de la escuela primaria. Podría parecer una contradicción, pero le encantaba aprender, y lo hacía con avidez, pero aprendía lo que a él le gustaba, y quizá la escuela no llenaba su enorme ambición de conocimientos.

Al terminar la primaria, continuó formándose de manera autodidacta, le gustaban las matemáticas, la geografía, la historia, la literatura universal, le fascinaban los cuentos y devoraba las obras de Hans Christian Andersen, Julio Verne y Emilio Salgari entre otros autores, sus grandes pasiones eran la astronomía y la música, llegó a dominar el piano, tomó un curso de linotipista en Nueva Orleáns y otro de navegación por correspondencia desde Maryland en Estados Unidos.

El expresaba: “Quería ser como un pirata de Salgari, a esos piratas los vi muy buenos, muy generosos y hasta bondadosos, y así quería ser, un pirata, pero un pirata debía conocer los mares, y la geografía para recorrer el mundo. Debía estudiar las estrellas, pues ¿cómo orientarse en el mar sin conocer las constelaciones?, había que estudiar cosmografía, y también aritmética y geometría, pues las cosas se hacen a base de suficiente preparación”.

Varias generaciones de niños, entre quienes me incluyo, usamos como vehículo sus canciones para emprender fantásticos viajes usando la imaginación, esa que los niños de hoy tienen semiatrofiada porque no hay quien la haga despertar en sus inocentes mentes. Y es que, con sus canciones, resultaba imposible sentarse simplemente a escuchar, era como si tuviéramos enchufados esos lentes modernos de realidad virtual, ya que, sin proponértelo, la imagen de una letra E alzando los pies o la de un ratón con espejuelos y una jirafa con su chal venían a tu cabeza. 

Era divertido imaginar a un rey de chocolate con nariz de cacahuate, a quien en vez de pelo le brotaba pura miel, ni qué decir de una hormiga recogiéndose las enaguas porque un chorrito la salpicó. Quién podría evadir una sonrisa al ver menearse, como los barcos en alta mar, a una patita con rebozo de bolitas; a un conejo llamado Blas con una escopeta colgándole atrás; o a un comal de nuestra cocina discutiendo airadamente con una olla. Son 240 canciones llenas de imaginación e inocencia.

Con esa inocencia espero que algún día, en los negocios, los contratos los ganen las empresas que ofrecen calidad, que cumplen, que representan la mejor opción, y no las de cuyos propietarios y socios hacen aterrizar helicópteros en reservas naturales para festejar en lujosos yates, pero esas, esas son historias de otros grillitos. 

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