Sin la intención de ubicarme de un lado u otro en la guerra entre el FUTV, Uber y otros, sino como un ciudadano más, consumidor de los servicios de transporte público y privado, escribo estas líneas.

Hace dos semanas al quedarme sin vehículo tuve la oportunidad de probar diferentes medios de transporte y platicar con sus conductores para poder dar mi opinión acerca de los eventos que ya todos conocemos.

Hace algunos años en las cámaras de Kodak se fotografiaban en rollos instantes para ser posteriormente revelados; hasta que llegó la era digital y se inició el uso de cámaras sin rollo, donde, en lugar de imprimir, se guardaba el recuerdo. Kodak nunca se renovó y cayó en bancarrota.

Algo similar ocurre ahora, es un tiempo de transición y el consumidor ve más seguro llamar a un taxi privado que a uno que tarda más tiempo en llegar y que cobra mucho, lo cual incomoda al antiguo monopolio que no hace un mal trabajo, pero sí necesita renovaciones que por suerte ya empieza a realizar, como las unidades con aire acondicionado. 

Pero en este periodo de transición Uber y sus similares tienen que participar, no se puede ir contra la ley, pues también se vuelve inseguridad para el pasajero y un insulto a quienes queremos un México sin corrupción.

Ya se han sumado otros a la legalización como Tho Service, una empresa yucateca, la cual espero que mantenga sus accesibles tarifas, o Cabify que ya tiene bastante tiempo en la plaza, abriendo así un abanico de posibilidades para la movilidad. 

¿Cómo debe culminar esta guerra? Que cada prestador se legalice y mejore sus servicios, que la competencia sea sana y pareja y que los monopolios se adapten a la nueva era buscando seguridad, comodidad, rapidez y bajos costos; quien lo consiga encontrará la magia llevando ventaja y dejando como ganadores a los consumidores.