Hablando de política y traiciones

A tres meses del arranque del primer gobierno no priista de la entidad, la cohesión de las fuerzas políticas que integraron la alianza UNE -las falanges de Carlos Joaquín González...

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A tres meses del arranque del primer gobierno no priista de la entidad, la cohesión de las fuerzas políticas que integraron la alianza UNE -las falanges de Carlos Joaquín González, el PAN y el PRD, en ese orden- empieza a sufrir sus primeras fracturas evidentes debido a que los actores políticos preponderantes de cada grupo tienen bajo el brazo su propia agenda, diseñada de acuerdo a sus particulares ambiciones.

Los demonios de la codicia por el poder andan desatados, alimentados por la cercanía del proceso electoral federal y local a nivel de Ayuntamientos de 2018, cuyo arranque no formal se dará a principios del próximo año.

Esta cercanía está provocando una agitación tremenda en los dos partidos oficiales del estado, PAN y PRD, cuyo único mérito fue el de haber permitido que Carlos Joaquín los utilizara como vehículo para llegar a la gubernatura.

Pero ahora, ensoberbecidos por la generosa tajada del pastel gubernamental que les entregó el gobernador, velan armas para seguir cosechando posiciones en el futuro cercano, generando serios problemas en el presente que amenazan la endeble gobernabilidad.

Porque de entrada es claro que ni los panistas que hoy controlan el partido en la entidad, ni ninguna de las trogloditas tribus que se disputan el poder en el PRD, son por definición joaquinistas, aunque se hayan puesto el overol del cozumeleño por simple y llana conveniencia.

Muestra de ello son, por ejemplo, las acciones contradictorias que está realizando el diputado y ex dirigente estatal del Sol Azteca, Emiliano Ramos Hernández, quien sin respetar las formas está en una carrera loca con la mira puesta en la alcaldía del Cancún de sus amores, aunque enfrenta un obstáculo nada sencillo, porque el actual alcalde, Remberto Estrada Barba, que ya propinó una dolorosa derrota al PRD superando en las urnas a uno de sus mejores “gallos”, tendrá la posibilidad de reelegirse en 2018.

El diputado Ramos, que lidera uno de los clanes más influyentes y longevos del perredismo, está decidido a capitalizar sus ambiciones, aún si esto significa romper relaciones con la alianza que lo empoderó.

En el PAN también se cuecen habas y aunque en general han mantenido su afinidad con el gobernador Carlos Joaquín, su virtual dirigente, Juan Carlos Pallares Bueno, fue impuesto para proteger los intereses de su grupo, tanto a nivel local, como federal.

Pero personajes como Francisco López Mena, Alicia Ricalde Magaña y el propio Juan Carlos Pallares, son impredecibles, y podrían empezar a mostrar los colmillos en los próximos meses, cuando se dé el campanazo para el inicio de las hostilidades para el reparto de las candidaturas en juego.

Para colmo, en el equipo cercano a Carlos Joaquín González también hay recelos, envidias y ambiciones que enturbian el panorama y que sus efectos han constituido el principal pasivo de este gobierno.

El fuego amigo dentro del equipo joaquinista es intenso, y los blancos principales son, como dicta la norma, los comandantes de cada grupo, tanto los que aparecen en la estructura gubernamental como los que operan en las sombras.

Esta exposición de los “hombres -y mujeres- fuertes” del joaquinismo ha dejado al gobernador desprotegido, pues en lugar de formar un muro de contención recibiendo el impacto y asumiendo costos para proteger la imagen del mandatario, están más concentrados en urdir artimañas para lastimar a sus adversarios.

Hasta el momento, el único funcionario joaquinista que ha realizado esa labor de “sparring” ha sido Juan Vergara Fernández, titular de la Sefiplan, quien se ha puesto en la brecha para recibir todos los golpes relacionados al reemplacamiento y otros asuntos relacionados con el presupuesto de 2017. Nadie más se ha plantado a poner el cuerpo por el gobernador.

Carlos Joaquín necesita con urgencia ajustar tuercas tanto en su equipo como con sus aliados de doble cara, y corre la versión de que al cumplirse los 100 días de gobierno vendrá la primera oleada de cambios en el gabinete.

 

 

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